Escribo esto con algunos problemas de acentos y grafías derivados seguramente de los ajustes que van a hacer a Blogger, así que perdonad la falta de tildes y de eñes.
Imaginemos, ya que ese es el oficio del escritor, imaginar, y todavía esta actividad no ha subido de precio, imaginemos que los hermanos Castro piden el reingreso de Cuba en España ciento diez años después de la secesión. Después del presumible estupor de Zapatero y de las alarmas, jusfificadas, de Ibarretxe y Carod Rovira, que basan su política en todo lo contrario, después del esperable interés de Rajoy, del más que concebible cabreo estadounidense y de las bendiciones de Serbia y Rusia, que se miran en nuestro espejo, y sobre todo de Alemania, que vivió un proceso parecido con la República Democrática Alemana, se negocia crear una hoja de ruta y realizar, en primer lugar, un referéndum en Cuba y en la madre patria para plantear la cuestión, de forma que la Gran Antilla conserve su independencia como autonomía libre asociada, porque esta fórmula cabreraría a la vez a los norteamericanos a los nacionalistas, y que la Unión Europea negocie la rotura del embargo a cambio de la democratización total del régimen y de una transición a la alemana del este en vez de a la china, que es lo que en el mundo real se está pretendiendo hacer.
¿A que es alucinante? Pues estas son las quimeras que se nos suelen ocurrir a los fabuladores. Es que nos sobra imaginación, aquello que precisamente falta a los políticos. Ambos países ganarían estabilidad y presencia internacional, se reforzaría nuestra común infraestructura turística y nuestro prestigio en Hispanoamérica, Estados Unidos y el resto del mundo tendrían que plantearse en serio contar con nuestro país y nuestra economía se relanzaría creando todo lo que el estado socialista no ha podido crear en la isla. Pero eso serían los beneficios esperables si no existiera uno de los cocos y males de nuestro tiempo, ese espectro del siglo XIX llamado nacionalismo, que tanto mal hace tanto allí como acá. Ver que el nacionalismo posee demonios es difícil para quien no percibe las sístoles y diástoles de la historia, pero para hacer este tipo de suposiciones absurdas basta con prescindir de uno de los elementos ideológicos de nuestro tiempo para crear un universo alternativo, una ucronía o distopía, que es lo que crean escritores como Ursula K. Leguin o mi amigo el editor de Silente, Pedro García Bilbao. Seguro que, en tiempos de la Guerra Fría, concebir un universo como el nuestro en el que el Comunismo está desapareciendo debía parecer una distopía o ucronía. Y, sin embargo, ha pasado. Quizá en otro universo alternativo ha estallado la tercera guerra mundial y se han cumplido las profecías de Fátima.
Tranquilos, sólo es una broma.
Otro ejemplo podría ser la figura de Cristobal Colón. Siempre vi algo raro en su insistencia en ocultar sus orígenes, hasta que, cuando practicaba espiritismo con unos amigos, como es mi costumbre cada día quince del mes, tomó la palabra su espectro en el cuerpo de la medium y me lo explicó. Era un marinero italiano del siglo XXXII, bastante inculto, al parecer, porque en aquella época la ESO se había generalizado a todo el planeta, incluso a una Italia donde gobernaba una especie de Berlusconi cibernético; estafó a la mafia y quiso impedir que se enteraran viajando en el tiempo, pero algo salió mal y terminó en pleno siglo XV. Cuando se recuperó de la depresión, intentó sobrevivir lo mejor posible, para lo cual se le ocurrió explotar su conocimiento del futuro y lo que recordaba de sus mal aprovechadas clases de historia; no se le ocurrió otra forma que hacerse pasar por Cristobal Colón y crear un monopolio económico con las derivaciones de la desconocida existencia de América, un continente donde todo podría empezar de cero. Pero se vio muy desilusionado. En primer lugar, casi nadie se creía, salvo los muy cultos, lo de que la tierra era redonda, y mucho menos que había un continente lleno de oro, plata, perlas y piedras preciosas al alcance de un navío, así que tuvo que inventarse lo de Catay y Cipango y viajar mucho hasta que le hicieron caso. Como es lógico, si nadie ha descubierto los orígenes de Colón es porque no nació entonces; él siempre dio largas a la cuestión y dijo mentiras sin parar sobre ese tema, incluso a sus propios hijos. Murió muy desengañado, lamentando no haber prestado más atencion en la escuela, y nunca creyó necesario contar la verdad a nadie. La Inquisición le habría quemado o le habrían tomado por loco o, sencillamente, no le habrían creído. Después de todo, tampoco vosotros os creeríais esto que os estoy contando, aunque fuera verdad, ¿verdad?
Uno de las principales argucias de la imaginación creadora es la falta de respeto. Mirad por ejemplo a Prometeo, que considero el mito del creador por excelencia. Este titán desafió a los dioses y creó a los hombres a imagen suya. Quien quiera crear algo tiene que dejar de creer. Esta incredulidad proporciona el distanciamiento necesario para transformar a la realidad en un material modificable para el artista, no en un albergue protector e inalterable, que es lo que suele ser para la mayoría de la gente. Si alguien desea crear, necesita derribar las columnas del templo, como un Sansón. Pero no termina ahí su labor: luego debe levantar con los cascotes otra construcción; Prometeo usó el fuego destructor que ha robado a los dioses para modelar las imágenes de los hombres semejantes a él.
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