miércoles, 18 de junio de 2008
Junio Bruto, ¿tú también?
Junio, y retorna el problema fundamental: qué hacer con los dudosillos. Los juristas lo tienen claro: in dubio, pro reo, "en caso de duda, en lugar de (o en favor de) el reo". Pero, ¿qué es la duda? ¿Dónde está el fiel de la balanza que diga "esto es duda"? Dice el Quijote, que, "si alguna vez se ha de inclinar la vara de la justicia, ha de ser al lado de la clemencia". Los matemáticos tienen claro que en el sistema métrico decimal la mitad de diez es cinco, y no se aprueba por debajo de esa constante. Pero los alumnos recurren a todas sus argucias para transformar esa constante en una incógnita, una equis, un número tan imaginario como el pi, el e, el raíz de dos o el áureo, en una ecuación malabarista que ni Harry Potter podría descifrar. Los alumnos aparecen ante uno como los cuadros del pintor ese del Quijote, que era tan malo que tenía que poner letreros para que se identificaran sus figuras. Generalmente, uno tiene ya el retrato robot del alumno que aprueba en el cerebro; incluso diría, con sólo oír lo que dicen y leer un examen de los mismos, si vale para estudiar o no y si va a triunfar en la vida o no; posee los criterios nacidos de la experiencia y de más de veinte años de exámenes; aprueba a alumnos que no cometen errores, que estudian y se encuentran limpios de faltas de ortografía; sabe que sólo suspende el alumno que tiene la voluntad (o más bien, la falta de voluntad) de suspender; pero la realidad psicologicista de la ESO ha venido a subvertir esos principios y la experiencia también sabe reconocer que algunos alumnos, no se sabe por qué, rinden por debajo de su valor numérico, mientras que otros, tampoco se sabe por qué, sacan una nota superior a su mérito intrínseco; los alumnos que estudian mucho pierden entusiasmo, perspectiva y originalidad; los que estudian poco, sistema, orden y capacidad de sacar fruto óptimo de su trabajo. Coincido por completo con la teoría de la inteligencia múltiple. La conclusión, confrontada con muchos especialistas de la enseñanza, es que la materia prima del éxito académico verdadero, no siempre reflejada en las notas, es la pasión y la obsesión, y la curiosidad, voluntad y tenacidad que nacen de ella y se alían con su propósito insaciablemente hasta la tumba. El que es más estudioso que estudiante es víctima de una curiosidad perturbadora y obsesiva, no cesa de pensar en su obsesión, un tema o disciplina cualquiera, y le echa todo el tiempo que sea necesario, y aun sus sueños cuando duerme, si fuera preciso. Es una máquina consagrada a una pasión. Una locura estructurada y encaminada a sacar unas pepitas de oro tras procesar toneladas, montañas de información aparentemente inservible. ¿Cómo encontrar una aguja en un pajar? Queme la paja, pase un imán, o que un caballo se coma la paja y después se le haga una radiografía.
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