Un billón para ayudar a los pobrecitos banqueros y nada para aliviar el hambre, el analfabetismo o la falta sanitaria del tercer mundo.
Nuestro mundo (no este mundo) da asco. El altermundismo debe interpretarse correctamente: no hay otro mundo posible que este, y no hace falta dividirlo ni fragmentarlo; cualquier fragmentación es una descomposición, una corrupción, un corte más en una herida que sangra y que mata.
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