He atravesado el ecuador de mi vida laboral como profesor y vive Dios que ha sido singladura movidita. En las películas norteamericanas he visto aulas materia magníficamente montadas: bustos de escritores, posters, cañones, armarios de libros, estrados para el profesor, pizarras móviles, proyectores etcétera. En mi instituto vamos a adoptar esta distribución, que apoyo, aunque el problema va a ser cómo afectará a los alumnos con necesidades educativas especiales, en especial a los ciegos, pues no hay telelupas suficientes para ellos y no van a ir cargando con ellas -un mazacote mostrenco de unos veinte kilos y sin ruedas- de un aula a otra. Por otra parte, vamos a ver con qué materiales amueblamos cada aula y usamos la pizarra virtual y el cañón. Otro problema será guiar a los alumnos a los nuevos santos lugares prometidos y conseguir que no se queden pegados a las taquillas o descarriados por algún vericueto ignoto, entregados a la merced de algún maligno profesor de guardia. Los profes de francés y de inglés andan por ahí muy ilusionados al no tener que llevarse el caparazón de un lado a otro como hasta ahora, y eso al menos hemos logrado; otros se quejan de que los horarios están peor ahora y dicen aquello del Eclesiastés que repetía Jorge Manrique, "Cualquiera tiempo pasado, fue mejor". Pero está claro que esto había que hacerlo ya de una vez; veremos cómo resulta.
Otrosí. Parece ser que el tan cacareado ordenador personal que iban a regalar a cada profesor va a ser alquilado durante tres años, solamente, y luego podrá comprarse por el profesor si este lo desea. Ya vino el tío Paco con las rebajas. Pues vale, pues bueno, pues me alegro.
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