"Me voy me voy me voy, pero me quedo" es un verso de un soneto de Miguel Hernández, inquieto en Madrid, mientras se lo cepillaban la moderna Maruja Mallo y la tradicional Josefina Manresa que sería su mujer. Necesitan profesores universitarios de literatura y español en el extranjero. Hay puestos muy hermosos, que parecen diseñados para mi currículum, y yo necesito soltarme algo en lenguas extranjeras. Soy un aventurero, pero un aventurero de las ideas y de la investigación; podría irme con la poesía a cualquier parte (¿qué le puede importar el sitio donde esté a quien ha dormido en el suelo y bajo las estrellas?) pero tengo hijas a las que esa idea no les gusta nada y es una pena, porque lo que ellas digan es lo que más me importa a la hora de tomar una decisión; podré no tener raíces, pero tengo hijas, que atan más. El legítimo egoísmo de los retoños, que a algunos les parecería ilegítimo, me tiene encerrado/enterrado como una planta en una triste maceta, y cautivo como un globo Montgolfier; y los años pesan cada vez más, y el entusiasmo se apaga.
Envidio a mi amigo Vicente, ahora en Almagro, que ha podido gozar plenamente esa experiencia. Y qué pena Lausana, con su lago, valles y montañas; o la Columbia Británica de Canadá, que es casi igual...
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