sábado, 11 de octubre de 2008

Me voy, me voy, me voy, pero me quedo.

"Me voy me voy me voy, pero me quedo" es un verso de un soneto de Miguel Hernández, inquieto en Madrid, mientras se lo cepillaban la moderna Maruja Mallo y la tradicional Josefina Manresa que sería su mujer. Necesitan profesores universitarios de literatura y español en el extranjero. Hay puestos muy hermosos, que parecen diseñados para mi currículum, y yo necesito soltarme algo en lenguas extranjeras. Soy un aventurero, pero un aventurero de las ideas y de la investigación; podría irme con la poesía a cualquier parte (¿qué le puede importar el sitio donde esté a quien ha dormido en el suelo y bajo las estrellas?) pero tengo hijas a las que esa idea no les gusta nada y es una pena, porque lo que ellas digan es lo que más me importa a la hora de tomar una decisión; podré no tener raíces, pero tengo hijas, que atan más. El legítimo egoísmo de los retoños, que a algunos les parecería ilegítimo, me tiene encerrado/enterrado como una planta en una triste maceta, y cautivo como un globo Montgolfier; y los años pesan cada vez más, y el entusiasmo se apaga.

Envidio a mi amigo Vicente, ahora en Almagro, que ha podido gozar plenamente esa experiencia. Y qué pena Lausana, con su lago, valles y montañas; o la Columbia Británica de Canadá, que es casi igual...

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