domingo, 9 de noviembre de 2008

Nadal


¿Cuál es el secreto de la voluntad de hierro de este jovencito tan educado y vitalista? Se tendría la tentación de motejarlo de niñato, pero sus valores corteses, su buen carácter y su tenacidad ganan al cabo la justa admiración. Perteneciendo a una familia de la alta burguesía, con un futuro solucionado y una vida de holganza por delante, este muchacho ha renunciado a todo eso y se ha puesto a pegarle a las bolas con ferocidad y entusiasmo ocho horas diarias hasta transformarse en el mejor jugador del mundo. Cualquiera que le haya visto pelear en Queen's destrozando a las bestias del circuito y romper el maleficio de que nadie que haya ganado ese premio se ha salido con el consiguiente Wimbledon, sabrá admirar su fortaleza mental. Nadal, nuevo Anteo que recibe su fuerza de la tierra y Briareo de los ambidextros, es duro como el basalto, pero no en cuerpo, en espíritu. En su carne quemada por el sol se han reencarnado aquellos honderos baleares que tanto temían los legionarios romanos, según refiere Tito Livio. Nadal, pequeño David, asesta sus pedradas con un tino tal que es capaz de descalabrar y derribar a sansones como Davidenko, a donperfectos como Federer o a payasos tan peligrosos y balcánicos como Djokovic. Y decía el ya hombre después de sus abrumadores trabajos de Hércules: "Noto que empiezo a desmotivarme porque me cuesta más trabajo salir de la habitación del hotel. Yo soy muy activo y ya me cuesta más trabajo salir de la habitación del hotel, ni siquiera para salir a cenar". ¡Lo que faltaba! Nadal, último premio príncipe de Asturias y diosecillo menor de la prensa internacional, es, además... humano.

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