sábado, 31 de enero de 2009

El show de Truman

Siempre me han gustado las películas de Peter Weir; es, con Ridley Scott y uno o dos más, el único director de los tiempos actuales que a veces puede rozar la genialidad; El año que vivimos peligrosamente, Único testigo, El club de los poetas muertos... Esta es una magnífica película, pero una película siniestra por el contenido filosófico y social que trasluce. Truman se emancipa de ese enorme y ridículo Dios de la publicidad; elige una verdad menos falsa que la anterior y una libertad más libre; pero eso no quiere decir que no haya alguien, o más bien algo allá arriba, y esquizofrénico, según los últimos avances de la física cuántica, manipulando las cosas, aunque menos antropomórfico de lo que quisiéramos, y seguramente más terrible y más cruel. Pero lo elige. Y eso, como dijo el poeta Robert Frost, constituyó toda la diferencia.

Postdata: la banda sonora minimalista de Philip Glass es magnífica, pero sobre todo por esa desasosegante pieza maestra, Living waters, Aguas vivas.

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