martes, 29 de septiembre de 2009

Las malditas ganas de escribir


Son insoportables las ganas de escribir que uno tiene; podría estarse escribiendo día y noche. A veces parece que es imposible reflexionar si no se escribe, si no se pone uno a teclear, a disociarse de sí mismo sobre el teclado, a proyectarse, a vomitar una serie de ideas para cribarlas, corregirlas, atarlas y ordenarlas. La escritura se convierte así en una revelación, en un modo de autodescubrirse, de autoconocerse, en una introspección, pero también en una autoafirmación.

Hoy ha salido un, como en estos tiempos se dice, sintomático artículo sobre educación; se ve que la realidad está enferma, aunque no termina todavía de morirse; desde el siglo XIX vengo viendo estos usos del lenguaje medicinal en los periódicos, que vienen desde el regeneracionismo a su opuesto, la corrupción; como siempre, el artículo está visto desde arriba abajo y de afuera adentro, que es la única manera en que parece concebirse todo por parte del estado y de sus increibles y diarreicos políticos y periodistas. Leo con interés no estos artículos, sino los comentarios de la gente, que siempre son más creíbles por más que estén mediatizados por la censura impuesta interesadamente por periodistas cagones y sin cojones, como los italianos. Esos comentarios, no faltaba más, no pasan a la memoria del periódico, y son purgados de los arvhivos históricos pese a su indudable interés antropológico para la historia de las mentalidades y para la verdad a secas. Se habla de un nuevo pacto para la educación; a buenas horas mangas verdes, ¡qué increíbles son estas irritantes ladillas de la "demo"cracia! Usted vote lo que quiera, que ellos harán lo que les dé la gana. Enviaría a todos estos hipócritas al seminario, que es de donde han salido la mayoría de estos actores malos; allí aprenderían verdadera hipocresía, y por lo menos lo harían mejor y sería casi imposible distinguir la cara de la careta. Estos periodistas son capaces de sacarle la mala leche a una oruga.

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