martes, 29 de septiembre de 2009

Más ética kantiana


La ética kantiana pone el sacrificio en uno mismo; pero la utilitarista lo pone fuera de uno mismo, obligando a que se sacrifiquen unas pocas personas por la mayoría. ¿Eso es ético? No es ético obligar, intentar cambiar a las personas, pero sí mostrarles el camino, o si lo prefieres, "enseñarles a pescar", si es que desean aprender. Imponer el sacrificio a un pequeño número para que los demás no tengan que sacrificarse no es ético, ni siquiera es práctico, porque es lo que se está realizando hasta ahora, tan mal, por cierto, que ese pretendido mayor bien sólo beneficia a un pequeño número de personas, mientras que la gran mayoría padece todo tipo de miserias materiales y culturales. Una moral kantiana tendría que predicar con el ejemplo, asumir a los otros, que son siempre más comunes y generales que uno mismo, y predicar con el ejemplo es algo que jamás hará un banquero, que no tiene nada de héroe y al que se le puede pedir cualquier cosa menos que abandone todo lo que tiene, tome su cruz y siga a Jesús, ese rey donde todos son reyes, al desierto y al sacrificio. Y esto no sugiere que para eso tenga que existir un Dios; el ser humano es simplemente humano, ni bueno ni malo. Y, como dijo Cervantes, en quien sólo hablaba la voz de la experiencia, cada uno es como Dios (léase fatalidad) le hizo, y aun peor muchas veces, o en árabe, que queda más caligráfico
كل إنسان هو كما خلقه ربّه، أو أسوأ من ذلك

1 comentario:

  1. Kant y el reloj

    Kant tenía un problema serio, el mundo sensible le afeaba el sueño de una razón pura, de la ética. Pero cómo va a haber un ethos, si cada cual es distinto, mejor o peor que dios, pero igual, ni dios. Quien nos iguala es eros y, también, tanatos. Entre los límites de ambos reside la moral.

    Para poder dormir, Inmamuel separó el mundo sensible del pensamiento intelectual. Algo que sólo logró hacer en su cabeza y en un trozo de papel muy apreciado por los entendidos. Usaba tanto tiempo en pensar, que no le quedó para casarse y si no nos fallan las cuentas, con tanto trabajo, no sería capaz de ofrecer grandes cantidades de felicidad a cuantos conoció.

    La calidad moral reside en facilitar la felicidad al mayor número de personas con las que convives, el resto son milongas. El agua, líquido elemento que nos hace posibles, no sabe de formas, sin embargo es capaz de concentrarse para derribar los más altos diques, como dijo Lee: Be water my friend!

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