sábado, 17 de octubre de 2009

Andrés Montes


Hay algunas personas que constituyen por sí solas un género literario: Francisco Umbral, Lola Flores, Jorge Luis Borges y, ahora, Andés Montes, quien no sólo se nos ha fallecido, sino que se ha dado de baja en la tele. La labia legendaria de este lechero café y semicubano comentador, que no comentarista televisivo de los épicos partidos de baloncesto entre negratas, blanquitos y mulatos, tenían el sello de lo irrepetible y el barrio aroma de la más profunda cultura popular; me lo figuro ahora llamando a la puerta del cielo, diciendo "¡Wilma, ábreme la puerta!" Creo que San Pedro ad vincula dejará sus cadenas y se la abrirá gustosamente y, encima, le pedirá que retransmita los partidos de las canchas celestes, celebrados con pelotas planetarias que se encestan en anillos saturnales. Allí estará, con su yulcalva, su pajarita de fuego, sus gafotas de veedor ministerial, transformado en un signo él mismo, que tan literario era.

Tal y como dijo Romay, aunque no exactamente, el mundo es un poco más triste sin él.

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