jueves, 4 de febrero de 2010

Mal día

Cualquiera tiene un mal día, incluso una mala semana o un mal año, pero yo más, porque soy yo (esto de ser yo es muy común, sobre todo para mí). Resulta que me olvido de tomar las pastillas, o de repente me despierto en mitad de la noche pensando en que hay una conspiración universal para hacerme la puñeta hasta que descubro que la encabeza este cura, que ha sido un sueño y me vuelvo a dormir y a tener otra pesadilla, para variar; eso es lo bueno, porque la mayoría de las veces me quedo en vela, como ahora. Con las pesadillas me pasa tener tan poca imaginación que son más reales que la vida misma, tan razonables que muchas veces suelen acaecer de verdad. Y se non è vero, è ben trovato.

Por eso uno se despierta sombrío, rumiando pensamientos nocivos, frustrado por no haber empezado lo que tenía que hacer, por no haber terminado lo que empezó, por no haber quedado satisfecho con lo que hizo y por no poder parar de imaginar más cosas que tendrá que hacer. No parar de dar vueltas a la cabeza, como la niña del exorcista, es mareante, hace vomitar, aunque no necesariamente cuajo verde. Uno aplica a todo la hipérbole, el pleonasmo, la metáfora y la paradoja; lo desencuaderna y disloca con el hipérbaton y lo vuelve a montar; y lo desconoce y extraña metaforizando y alegorizando sin parar, hasta que nada queda reconocible y todo ha tomado la forma de paradoja. Cualquiera pensaría que estoy estresado, si no estuviera ya tan (des)hecho al estrés que se diría lo normal es lo raro. Desayuno con mis complementos directos y doy un beso a mi predicado nominal, aunque a veces me considero el predicado verbal de mi señora y mujer, pero no sólo tengo comida la moral, sino digerida y transformada directamente en una mierda, ni siquiera consistente: pura diarrea.
They are but dressings of a former sight o, como dice Darío, "nada más que maneras expresan lo distinto". Se levanta uno a hacer cosas y se queda mirando estúpidamente al vacío, como si lo que realmente necesitara es tiempo para no hacer nada. Lo único que no cesa en este calvario o estado de cosas es la necesidad de escribir y dar rienda suelta a la palabra, que "corre cual velocísimo correo", cual dice Aldana/La nada, quien experimentaba un similar deseo de nirvana:

Pienso torcer de la común carrera
que sigue el vulgo y caminar derecho
jornada de mi patria verdadera;
entrarme en el secreto de mi pecho
y platicar en él mi interior hombre,
dó va, dó está, si vive o qué se ha hecho,
y porque vano error más no me asombre,
en algún alto y solitario nido
pienso ocultar mi ser, mi vida y nombre
y como si no hubiera acá nacido
estarme allá, cual eco, replicando
al dulce son de Dios, del alma oído...
Ojos, oídos, pies, manos y boca,
hablando, obrando, andando oyendo y viendo
serán del mar de Dios cubierta roca...

Mas, pues Montano, va mi navecilla
corriendo este gran mar con suelta vela
hacia la infinidad buscando orilla...

Empero, por desgracia, lo único que es constante en nosotros es la inseguridad, Galdós/Cela dixunt . Claro está que uno siempre ha tenido la vocación de vender pipas en un puesto de chuches, desde que conoció siendo un jovencito a un respetable y canoso señor, llamado Marcial, que filosofaba discretamente en un puestecillo de la plaza de San Antón. Vendía además vino a granel y era sin duda una de las personas más cuerdas y felices del barrio, durmiendo bien, teniendo poco y ocupándose de menos. Esa tendencia a ser ermitaño, homeless, clochard o cuando menos mochilero me acompaña siempre, por más que no sea del tipo de bajar a comprar tabaco y no volver.

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