lunes, 1 de febrero de 2010

Mi loro se ríe

Se ríe, se ríe tanto que se le esponjan las plumas. Otras veces suelta una especie de ruido de grúa de obra que nos pone los pelos de punta; parece unos alicates con alas, y con quien más a gusto se siente es con Ana Isabel. Paloma, mi hija poetisa, compone sesudos pensamientos sobre el destino, que descubro a veces abandonados por las mesas; salgo de noche, bajo las farolas y los esqueletos de los árboles, cuando Ciudad Real se llena de chinos que van a relevar a sus mujeres, paseantes de perros meones, mendigos de farmacias de guardia y divorciadas o viudas que se atiborran de chismes en las peceras de los cafés; me atirita y arrecha la crudeza del frío invernal; veo que muchos baretos han cerrado o están de obras aprovechando la crisis etílica. Todo está lleno de tiendas de apariencia: trapos, perfumes, peluquerías, bazares de regalos, joyerías, decoraciones... Se diría que hay mucho feo que adornar y mucha mierda que tapar y mucha hipocresía para gastar. De repente descubro por qué no tengo un duro.

No hay comentarios:

Publicar un comentario