El valor de la literatura es que da forma a la cultura; si la ciencia nos hace la vida más fácil, sólo la cultura y el arte hacen que merezca la pena vivirla; igualmente, la religión, considerada como humanidades, nos da esperanza para afrontar la desgracia y la finitud y sólo la ética, la historia y la filosofía nos dan los márgenes en que contener esa peligrosa esperanza, que puede degenerar en utopía y que nos hace perseguir cosas más allá de lo que nos hace humanos, defecto esencial de la ciencia y de otros saberes instrumentales que nos hacen perder de vista el fin humano del saber, e impiden reformar la sociedad para evitar el sufrimiento, primera condición de cualquier cosa que aspire a acción, como que es el primer principio de todo lo humano o, por mejor decir, vivo.
El conocimiento de la literatura no se tiene que reducir solamente a filología, a tecnología, sino a texto, historia y alma viva; la enseñanza de las lenguas, clásicas o no, también ha de asumirlo; lo procedimental y descarnado debe ser ulterior, y siempre con fundamento en ese principio.
Por supuesto que hay antecedentes de esta manera de pensar, pero es que es precisamente la ignorancia de estos antecedentes lo que hace necesario que se repita.
El conocimiento de la literatura no se tiene que reducir solamente a filología, a tecnología, sino a texto, historia y alma viva; la enseñanza de las lenguas, clásicas o no, también ha de asumirlo; lo procedimental y descarnado debe ser ulterior, y siempre con fundamento en ese principio.
Por supuesto que hay antecedentes de esta manera de pensar, pero es que es precisamente la ignorancia de estos antecedentes lo que hace necesario que se repita.
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