viernes, 26 de febrero de 2010

Una inyección de moral

Espronceda veía a los jóvenes manchegos corriendo por el campo en pelotas:

Como van aún en las aldeas
sucias las caras feas
y el cuerpo del color de la morcilla
los chicos de La Mancha y de Castilla

(J. de Espronceda, El diablo mundo, 2193-6)

Ahora una profesora mexicana, la del artículo que copio más abajo, coincide en decir de los mexicanos que son una generación nini, como la de los españoles acá; ahí es que el absentismo escolar es peor. La verdad es que entre los manchegos jóvenes hay buenas personas, quijotes y sanchopanzas, somos nosotros los que los hacemos unos sansocarrascos con nuestra desgana o fatalidad; así me hace pensar la nobleza de un alumno que me ha comentado un post positivamente, deseándome me recupere. No todo está perdido, y, mejor, no todo puede perderse todavía. Eso me hace pensar positivamente, y ya es algo. Es verdad, hay buenos alumnos, aunque no siempre saquen las mejores notas, hay buenos alumnos en el mejor sentido de la palabra buenos, el cualitativo, el de lo que no puede medirse.

1 comentario:

  1. El potenciómetro

    Sería curioso hacer un eje de abcisas entre la calidad moral y las propiedades materiales. Las curvas ascendentes en el primero de ellos, serían declinantes en el segundo. Aunque pensándolo mejor las curvas tendrían un par de puntos de inflexión en la parte de la miseria en la primera y en la de la opulencia en la segunda. O sea que para poder alcanzar cierta altura moral es preciso tener algo y que tener todo es como tener nada.

    Aquellos jóvenes manchegos como los de ahora, que sólo pueden estar seguros de tener su yo en propiedad (aunque en la duda pueden perderlo), miman ese su tesoro y, con suerte, alcanzan un estado de conciencia que permite mandar a pastar a los pantanos a los sansones, sin olvidar a Pero Pérez.

    Que te mejores.

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