Luego citaremos un fragmento de su poema autobiográfico Epístola a Montino que escribe en la cárcel de Miguelturra. En una segunda carta desde París, con fecha de 1º de mayo (I, pp. 151-155), no se anda con tapujos:
Yo no sé si haré bien -le dice a su amigo corresponsal- en escribirte mi situación con entera libertad en el estado de persecución por motivos políticos; pero mi corazón necesita explayarse y tomo la pluma para comunicar contigo mis penas y aliviar así el peso de mis infortunios [...] pero si tú creyeses que mis pensamientos pueden acarrearte el menor de los padecimientos que yo he sufrido por espacio de un año, rasga esta carta, quémala o entrégala tú mismo a la policía.
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Cuenta con emoción la despedida, en la plaza de Tembleque, en Madrid, a las seis de la mañana del 25 de abril del año anterior, camino de Ciudad Real , «a donde -dice- me conducían mis verdugos». A las tres semanas de llegar a la capital manchega, llega una orden de Madrid al Alcalde Mayor de Miguelturra para que proceda a la detención del desterrado y se proceda al registro de sus papeles a lo que el alcalde añade la incautación de los libros. Con tercetos encadenados, lo narra así en la Epístola a Montino (I, pp. 141-147), antes mencionada:
En prosa, en la carta de París, fechada el 1º de mayo, antes citada, describe el calabozo de la cárcel manchega en que estuvo encerrado seis meses hasta que pudo escapar:
El día 23 de Mayo antes de amanecer entré en un calabozo subterráneo de la cárcel de Miguelturra de 18 pies en cuadro con una bóveda de 9 de alto sin más ventilación que la de una ventanilla alta de tres cuartas ancho y allí permanecí por espacio de seis meses sin que en ellos se me dirigiera legalmente la palabra una sola vez, [no] se me suministraban auxilios de ninguna clase a pesar de hallarme sin medios y en pueblo extraño, ni se me permitiera escribir a mi adorada Madre para hacerle saber en carta que viesen antes mis perseguidores, que su hijo no había muerto todavía y que la amaba tan tiernamente como siempre. Después de varias tentativas frustradas, anocheció para mí más dichoso el día 4 de Noviembre y antes de amanecer del 5 me hallé libre por mis propios esfuerzos, aunque solo y en un campo que pisaba entonces por la primera vez en mi vida. Las circunstancias de mi evasión y las que completaron mi fuga de un modo algo maravilloso, no son para fiadas al papel por razones que no se ocultarán a tu penetración: basta decir que ha sido obra de algunos meses y que al fin me veo salvo de lo que entonces pesaba sobre mí (I, p. 152).
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