viernes, 12 de marzo de 2010

Libros

Ya ha salido impreso mi nuevo libro, una gorda edición crítica del Teatro de Félix Mejía; la ha cuidado muy bien el esmero de Jesús, quien ha puesto como portada el retrato a color de Félix Mejía que le proporcioné y un grabado de El Zurriago en el interior; también las ochocientas notas han salido más o menos potables. Cuando me releo siento la misma sensación de siempre, la de que el autor es un pedante de padre y muy señor mío, al que me daría miedo conocer si no fuera yo mismo; por otra parte, no debe resultar raro que me resulte interesante, porque, después de todo, soy yo mismo el que me intereso por esas cosas (ojalá alguno más también). Por otra parte me ha dado Ignacio Micolau desde Teruel las galeradas de mi biografía de Félix Mejía, que al final aparecerá en un grueso volumen con una solapa que contiene un cedé de artículos; el presupuesto confeccionado es de mil ejemplares, o dos mil, creo; lo tengo por ahí; veremos cuándo sale; prometieron que vendrá a la presentación la princesa Letizia, y a mi mujer le hace ilusión; a mí me da igual; ya conocí al rey, que es muy feo, feo de narices; a lo más que llego es a juancarlista, pues siempre me he definido como republicano; cualquiera que sepa algo de historia lo es, salvo si es noble, vástago del lumpen proletariat o ignorante a la pata llana. Quiere esto decir que el país es monárquico. Letizia me cae bien, porque es periodista, jovencita y despierta... y le gustan los profesores de literatura que escriben, de hecho, se casó con uno.

No sé qué haré con el dinero que me den por el teatro de Mejía; se lo ofrecí a mis hijas, pero no lo quieren; creo que sacaré mi edición de la Historia de la I Guerra Carlista en la Mancha; podía hacer otras cosas, como chuparme el dedo o publicar poesía, pero creo que esto molestará a más gente. Ahora tengo que terminar mi nueva versión de la biografía de Juan Calderón, que creo concluiré en una semana; ojalá me dé tiempo a preparar mi edición del Jicotencal. Mis hijas se van, una a Berlín, la otra a Jaén, tres o cuatro días. Cuando acabe todo, creo que empezaré a poner en orden mis notas para la edición del gran poema épico de Bernardo de Balbuena. No hacer todas estas cosas (y otras muchas más) me estresa tanto como dar clase, así que mejor será que me las quite de encima cuanto antes.

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