martes, 2 de marzo de 2010

Ibn Ezra

Entre los poetas hispanohebreos que me descubría el gran libro de Ángel Sáenz Badillos, uno de los más interesantes era Abraham ibn 'Ezra (1089-1164). Los horizontes de su alma eran muy amplios, pese a lo cual la temática de su poesía es cotidiana y realista. Eran amplios, porque, por ejemplo, escribía:

Los poemas de los ismaelitas, sobre amores y placeres;
los de los cristianos, sobre guerras y venganzas;
los de los griegos, sobre ciencias y astucias;
los de los de oriente, sobre parábolas y enigmas;
los de los israelitas, cánticos y alabanzas
al Dios de los ejércitos.


Y realistas, porque exponía claramente las diferencias sociales:


Si temprano a casa del magnate me dirijo,
me dicen: "Se ha ido a cabalgar";
si por la noche vuelvo,
me explican: "Duerme ya".
O sube a la carroza,
o sube al lecho.
¡Ay del hombre miserable
nacido sin estrella!

Luego están los grandes líricos,
ibn Gabirol, ansioso de conocimiento y lacerado como un santo Job; ibn Nagrella, en cuyos versos resuena la mejor filosofía de la Biblia, la del Eclesiastés; pero lo que más clama al cielo es que la obra de Todros ben Yéhudah ha-Levi Abulafiah (1247-1306), desarrollada en el áureo e intelectual Toledo de Alfonso X el Sabio, auténtico oasis de libertad de pensamiento, no haya sido vertida aún completamente al español; esa tarea debería ser acometida por la JCCM.

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