martes, 23 de marzo de 2010

Jaén

JAÉN


Todo había cambiado, pero vivo

y casi igual que mi recuerdo estaba:

el niño que yo era aún jugaba

con una leve sensación de olivo;


la misma calle y el jardín cautivo

que fragancias y espinas encerraba;

las sábanas que el aire alborotaba

y un perro que meaba despectivo.


El sol atronador en los tejados

y el monte y el castillo hacia lo lejos

pero mi madre no estaba allí, y los viejos


no la recuerdan. Hijos alejados

vagan por los parajes destrozados

a los que vuelven siempre los vencejos.

Á. R.

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