ESTANISLAO BORNEZ
¡Y cómo te recuerdo, triste y pálido chico,
consumida la entraña antes de ir a la muerte,
cómo Ícaro triste ahogado en el aire
arrojando las plumas de tus pobres papeles!
Y mirabas sin ver, y jamás preguntabas
pues quizá las respuestas te hallarían ausente
tan lejos de la vida como cerca del sueño
recogido en el seno de tus padres dolientes.
Tu voluntad luchaba contra un mal infinito
sin tener ni siquiera la esperanza más tenue;
para qué tanto esfuerzo, para qué tantos besos
si contados estaban tus latidos delebles.
Pero tú respirabas y a cada bocanada
te volvías el aire que en ti penetraba
del pupitre te hiciste un hermano callado
y dejaste un silencio que apenas ya me habla.
Poco tiempo nos mide esta carne que arde;
hoy creo que tu lucha tan perdida es la única
y me enorgullezco de traer tu memoria
al corazón que, triste, carga aquello que duele
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