CAFÉ SOLO
Recogidos de noche
como carros de basura
o cual lo son los sueños,
desayunamos viendo
el hollín matutino
y los huecos espejos
que encristalan la aurora.
Por la calle circulan
coches de desconocidos
que quizá a formar marchan
en las filas del orden.
Es día laborable;
Y todo surge frío
como la muerte
de este amanecer,
y todo luce espléndido
como si recién creado
fuese. Mas la pesadumbre,
un canto de afilador
mortecino y escondido,
en alguna callejuela
alejada, me advierte
que camino por el borde
de un latido plano y último.
Y el pecho agazapado
menos ya que sentimiento
es tenue repetición:
un cansancio cada vez
más acumulado, oscuro,
íntimo. El niño que fui
desvaído adulto es hoy.
Terror y tiempo hicieron
de mi cuerpo y mi vida
su osamenta de rüina,
su teatro de costumbres.
Y ese amor impuro
se vende en las esquinas,
más caro o menos, como
lo cotiza ese miedo
que hace al hombre abrigarse
de brazos contra el frío
del mundo. Quizá un sueño,
un frenesí y, en todo
caso, un impulso para
derribar el tinglado
alzado por los hipócritas.
Un pájaro cantor
consuela, porque nada
ha dicho. Solamente
está ahí. Verdad pura
es la única palabra
con sentido: vivimos
yo y él. Y algún día,
quizá, seremos ambos
el mismo.
Á. R.
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