Es la mejor traducción del karoshi, del estrés, del burning-out, del pressing o presión; o verse sobrepasado, sobrepujado, superado, rebasado por las propias espectativas o deseos de trabajar; el trabajo es una pasión cuando forma parte del ser uno mismo, de lo que nos da aliento. Es el nombre también de un caballo del hipódromo de La Zarzuela. Pues eso vengo a sentir en estos días en que me siento demasiado solicitado. Tengo que programarme este verano para dar de mí lo que pueda y, sobre todo, escribir lo que me van a pagar, porque no está el horno económico para bollos.
He visto tres premios literarios cercanos, dos en Manzanares y uno en Valdepeñas; quizá merezca la pena participar, aunque los premios literarios de esta corrupta provincia se venden al mejor postor, y si no que lo digan en Piedrabuena (o en cualquier otro cacicato, tanto da); el plazo acaba el 30 de junio. Yo, que he trabajado de sucedáneo negro o ghost writer, bien me lo sé. De una editorial madrileña me han pedido que haga, como especialista en XVIII, una edición didáctica de las fábulas de Iriarte y Samaniego; pues bueno, y ya que me pagan, tendré que hacerla, pero me hubiera gustado incluir también a Cristóbal de Beña y a Hartzenbusch; no es justo que en el canon entren siempre los prejuicios clasicistas de Menéndez y Pelayo, que Dios confunda.
Por otra parte, tengo que acabar mi edición del Jicoténcal este verano y dársela a una editorial, escribir otro capítulo de mi Historia de la literatura manchega , actualizar el que tengo y terminar un artículo para el libro de los amigos de Cádiz antes del día 15 de junio; quisiera además darle un empujón a mi Manual de didáctica de la lengua y la literatura española, que sólo está empezado, preparar la edición de los ensayos de Mejía que me quedan (los Retratos políticos de la revolución de España y la Vida de Fernando VII) y concluir mi Historia de la primera guerra carlista en La Mancha (he descubierto otro documento inédito), o en su defecto, la edición de las Obras de Sebastián de Almenara... por no hablar de la ediciones pendientes del Drama de la iglesia incendiada que he descubierto o de la crónica de Cristóbal de Mena. Pero como todas estas cosas no me las pagan, tendrán que esperar y las haré a ratos -pocos- libres. Y tal vez tras todas estas cosas venga el soñado día en que podré no soñar en nada.
He visto tres premios literarios cercanos, dos en Manzanares y uno en Valdepeñas; quizá merezca la pena participar, aunque los premios literarios de esta corrupta provincia se venden al mejor postor, y si no que lo digan en Piedrabuena (o en cualquier otro cacicato, tanto da); el plazo acaba el 30 de junio. Yo, que he trabajado de sucedáneo negro o ghost writer, bien me lo sé. De una editorial madrileña me han pedido que haga, como especialista en XVIII, una edición didáctica de las fábulas de Iriarte y Samaniego; pues bueno, y ya que me pagan, tendré que hacerla, pero me hubiera gustado incluir también a Cristóbal de Beña y a Hartzenbusch; no es justo que en el canon entren siempre los prejuicios clasicistas de Menéndez y Pelayo, que Dios confunda.
Por otra parte, tengo que acabar mi edición del Jicoténcal este verano y dársela a una editorial, escribir otro capítulo de mi Historia de la literatura manchega , actualizar el que tengo y terminar un artículo para el libro de los amigos de Cádiz antes del día 15 de junio; quisiera además darle un empujón a mi Manual de didáctica de la lengua y la literatura española, que sólo está empezado, preparar la edición de los ensayos de Mejía que me quedan (los Retratos políticos de la revolución de España y la Vida de Fernando VII) y concluir mi Historia de la primera guerra carlista en La Mancha (he descubierto otro documento inédito), o en su defecto, la edición de las Obras de Sebastián de Almenara... por no hablar de la ediciones pendientes del Drama de la iglesia incendiada que he descubierto o de la crónica de Cristóbal de Mena. Pero como todas estas cosas no me las pagan, tendrán que esperar y las haré a ratos -pocos- libres. Y tal vez tras todas estas cosas venga el soñado día en que podré no soñar en nada.
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