"Literatura del terror colonial", Tereixa Constenla, El País, 23/06/2010
Lean esta historia sobre Henry M. Stanley (el de "el doctor Livingstone, supongo"). "En Londres había comprado cierto número de baterías eléctricas que, al fijarlas en el brazo por debajo de la casaca, se comunicaban con una cinta que pasaba por la palma de la mano del hermano blanco, y cuando éste daba al hermano negro un cordial apretón de manos, el hermano negro se quedaba muy sorprendido ante la gran fuerza del hermano blanco, porque lo dejaba tambaleándose con solo darle la mano de la fraternidad. Cuando el nativo preguntaba acerca de la disparidad de fuerza entre su hermano blanco y él, se le decía que el hombre blanco era capaz de arrancar árboles".
Con triquiñuelas similares, Stanley consiguió que jefes africanos firmasen tratados que entregaban su tierra al rey Leopoldo de Bélgica, que había fichado al explorador para poner su pica en el corazón de África. La historia pertenece a la carta abierta al monarca enviada por el coronel George W. Williams en 1890, recogida en el libro La tragedia del Congo, publicado por Ediciones del Viento junto a otros tres documentos inéditos en español sobre el triste pasado colonial del país, firmados por el diplomático Roger Casement y los escritores Arthur Conan Doyle y Mark Twain.
El coronel Williams no era cualquiera. Era negro. Uno de los primeros con poder para influir -fue historiador y el primer parlamentario negro de Ohio- sobre los acontecimientos políticos. Williams viajó al Congo con la intención de llevar negros estadounidenses para trabajar en África y contribuir al desarrollo de sus hermanos. "Cuando comprendió lo que estaba ocurriendo allí, no pudo contenerse y publicó su carta. Se le cerraron las puertas y se le dio la espalda. Falleció prematuramente de tuberculosis, lo que supuso un gran alivio para el Gobierno del Congo", explica el editor Eduardo Riestra.
A pesar del filón literario del Congo, cree Riestra que faltaba letra fría, informes y documentos de la época, como el que suscribió en 1903 el diplomático irlandés Roger Casement, que anota con meticulosidad burocrática chanchullos, tropelías y espantos: "Cuando estaban a punto de sentarse a comer, su marido le dijo que uno de los soldados iba a regresar con una cesta llena de manos cortadas, que había dejado afuera (...). Entonces ella, junto a su marido, salió para ver con sus propios ojos aquellas manos, cuatro de las cuales eran de niños". El informe Casement, escrito en 1903, tardó en difundirse por las presiones belgas. Cuando lo hizo, estaba mutilado y sin nombres propios. El antiimperialista Casement sería ejecutado. De esa vida novelesca dará cuenta la próxima novela de Mario Vargas Llosa.
Recuerda Albert Sánchez Piñol lo que decía Aristóteles: que solo hay 17 temas literarios. "Uno de ellos es el horror, el viaje al corazón de las tinieblas, que diría Conrad". Y Sánchez Piñol, que ya había viajado a un terror insular y viscoso en La piel fría (2003), se aventuró a por otro espanto en Pandora en el Congo (2005), donde se relata la expedición de aristócratas británicos que buscan oro y diamantes y encuentran tinieblas. "Al margen de testigos históricos, Conrad es el primero que establece un vínculo entre literatura y realidad. Lo plantea como un viaje al horror que empieza con la colonización y se perpetúa hasta nuestros días", expone el escritor y antropólogo, que visitó por vez primera el Congo para realizar un trabajo de campo sobre los pigmeos, "los seres más lejanos a nuestra civilización".
Todavía regresaría una segunda vez al país donde coexisten "horror histórico" y alternativas a la civilización actual. Dejó de hacerlo cuando le atrapó la guerra civil: "Algunos cálculos señalan que han fallecido entre tres y cuatro millones de personas".
Joseph Conrad abrió la espita -llevada luego al cine magistralmente por Coppola en Apocalypse now (1979), aunque ambientada en Vietnam- sobre la literatura inspirada en el horror colonial. Y ahí sigue, abierta y fecunda. Bernardo Atxaga eligió el Congo belga para su novela Siete casas en Francia (2009), otro viaje a las tinieblas sin afán aleccionador. "Quizás el tema, o el espacio geográfico, sean lo más superficial del libro; el lenguaje es lo fundamental", sostiene.
Atxaga, alérgico a las modas literarias, buscó el Congo como una geografía imaginaria a la manera de La isla del Tesoro de Robert L. Stevenson. "Necesitaba un lugar alejado, aislado, con un pasado de leyenda. En este caso, la leyenda es la crónica de explotación y crimen. Se puede abordar denunciándolo como Mark Twain o, como si no importara nada, que es lo que yo pretendía en mi novela", cuenta.
El autor vasco alude a El soliloquio del rey Leopoldo, el panfleto escrito por Twain en 1905 para caricaturizar al monarca, que también se ha incluido en el libro de Ediciones del Viento, junto al ensayo El crimen del Congo, escrito en 1909 por Arthur Conan Doyle. El padre de Sherlock Holmes consideraba que lo cometido en el país superaba todas las atrocidades anteriores: "Ha habido expropiaciones como la de Inglaterra por los normandos, o la de Irlanda por los ingleses. Ha habido masacres en pueblos como la de los sudamericanos por los españoles, o de naciones sometidas por los turcos. Pero nunca antes ha habido semejante mezcla de expropiación y masacre absolutas realizada con el odioso disfraz de la filantropía y teniendo por motivo el más vil de los intereses comerciales".
Conan Doyle recordaba que Leopoldo de Bélgica, un monarca constitucional en Europa y "un autócrata absoluto" en África, se había presentado ante las grandes potencias con un "fajo de tratados", obtenidos mediante engaños con pagos tan ridículos como "un abrigo de tela roja con adornos dorados, una gorra roja, una túnica blanca (...), cuatro garrafones de ron, diez cajas de ginebra".
Periodismo y ficción en África
- El corazón de las tinieblas (1902). Joseph Conrad.
- Cuadernos africanos (1999) Península. Alfonso Armada.
- El fantasma del rey Leopoldo (2002). Península. Adam Hochschild.
- Ébano (2003). Anagrama. Ryszard Kapuscinski.
- Pandora en el Congo (2005) Suma. Albert Sánchez Piñol.
- Siete casas en Francia (2009) Alfaguara. Bernardo Atxaga.
Lean esta historia sobre Henry M. Stanley (el de "el doctor Livingstone, supongo"). "En Londres había comprado cierto número de baterías eléctricas que, al fijarlas en el brazo por debajo de la casaca, se comunicaban con una cinta que pasaba por la palma de la mano del hermano blanco, y cuando éste daba al hermano negro un cordial apretón de manos, el hermano negro se quedaba muy sorprendido ante la gran fuerza del hermano blanco, porque lo dejaba tambaleándose con solo darle la mano de la fraternidad. Cuando el nativo preguntaba acerca de la disparidad de fuerza entre su hermano blanco y él, se le decía que el hombre blanco era capaz de arrancar árboles".
Con triquiñuelas similares, Stanley consiguió que jefes africanos firmasen tratados que entregaban su tierra al rey Leopoldo de Bélgica, que había fichado al explorador para poner su pica en el corazón de África. La historia pertenece a la carta abierta al monarca enviada por el coronel George W. Williams en 1890, recogida en el libro La tragedia del Congo, publicado por Ediciones del Viento junto a otros tres documentos inéditos en español sobre el triste pasado colonial del país, firmados por el diplomático Roger Casement y los escritores Arthur Conan Doyle y Mark Twain.
El coronel Williams no era cualquiera. Era negro. Uno de los primeros con poder para influir -fue historiador y el primer parlamentario negro de Ohio- sobre los acontecimientos políticos. Williams viajó al Congo con la intención de llevar negros estadounidenses para trabajar en África y contribuir al desarrollo de sus hermanos. "Cuando comprendió lo que estaba ocurriendo allí, no pudo contenerse y publicó su carta. Se le cerraron las puertas y se le dio la espalda. Falleció prematuramente de tuberculosis, lo que supuso un gran alivio para el Gobierno del Congo", explica el editor Eduardo Riestra.
A pesar del filón literario del Congo, cree Riestra que faltaba letra fría, informes y documentos de la época, como el que suscribió en 1903 el diplomático irlandés Roger Casement, que anota con meticulosidad burocrática chanchullos, tropelías y espantos: "Cuando estaban a punto de sentarse a comer, su marido le dijo que uno de los soldados iba a regresar con una cesta llena de manos cortadas, que había dejado afuera (...). Entonces ella, junto a su marido, salió para ver con sus propios ojos aquellas manos, cuatro de las cuales eran de niños". El informe Casement, escrito en 1903, tardó en difundirse por las presiones belgas. Cuando lo hizo, estaba mutilado y sin nombres propios. El antiimperialista Casement sería ejecutado. De esa vida novelesca dará cuenta la próxima novela de Mario Vargas Llosa.
Recuerda Albert Sánchez Piñol lo que decía Aristóteles: que solo hay 17 temas literarios. "Uno de ellos es el horror, el viaje al corazón de las tinieblas, que diría Conrad". Y Sánchez Piñol, que ya había viajado a un terror insular y viscoso en La piel fría (2003), se aventuró a por otro espanto en Pandora en el Congo (2005), donde se relata la expedición de aristócratas británicos que buscan oro y diamantes y encuentran tinieblas. "Al margen de testigos históricos, Conrad es el primero que establece un vínculo entre literatura y realidad. Lo plantea como un viaje al horror que empieza con la colonización y se perpetúa hasta nuestros días", expone el escritor y antropólogo, que visitó por vez primera el Congo para realizar un trabajo de campo sobre los pigmeos, "los seres más lejanos a nuestra civilización".
Todavía regresaría una segunda vez al país donde coexisten "horror histórico" y alternativas a la civilización actual. Dejó de hacerlo cuando le atrapó la guerra civil: "Algunos cálculos señalan que han fallecido entre tres y cuatro millones de personas".
Joseph Conrad abrió la espita -llevada luego al cine magistralmente por Coppola en Apocalypse now (1979), aunque ambientada en Vietnam- sobre la literatura inspirada en el horror colonial. Y ahí sigue, abierta y fecunda. Bernardo Atxaga eligió el Congo belga para su novela Siete casas en Francia (2009), otro viaje a las tinieblas sin afán aleccionador. "Quizás el tema, o el espacio geográfico, sean lo más superficial del libro; el lenguaje es lo fundamental", sostiene.
Atxaga, alérgico a las modas literarias, buscó el Congo como una geografía imaginaria a la manera de La isla del Tesoro de Robert L. Stevenson. "Necesitaba un lugar alejado, aislado, con un pasado de leyenda. En este caso, la leyenda es la crónica de explotación y crimen. Se puede abordar denunciándolo como Mark Twain o, como si no importara nada, que es lo que yo pretendía en mi novela", cuenta.
El autor vasco alude a El soliloquio del rey Leopoldo, el panfleto escrito por Twain en 1905 para caricaturizar al monarca, que también se ha incluido en el libro de Ediciones del Viento, junto al ensayo El crimen del Congo, escrito en 1909 por Arthur Conan Doyle. El padre de Sherlock Holmes consideraba que lo cometido en el país superaba todas las atrocidades anteriores: "Ha habido expropiaciones como la de Inglaterra por los normandos, o la de Irlanda por los ingleses. Ha habido masacres en pueblos como la de los sudamericanos por los españoles, o de naciones sometidas por los turcos. Pero nunca antes ha habido semejante mezcla de expropiación y masacre absolutas realizada con el odioso disfraz de la filantropía y teniendo por motivo el más vil de los intereses comerciales".
Conan Doyle recordaba que Leopoldo de Bélgica, un monarca constitucional en Europa y "un autócrata absoluto" en África, se había presentado ante las grandes potencias con un "fajo de tratados", obtenidos mediante engaños con pagos tan ridículos como "un abrigo de tela roja con adornos dorados, una gorra roja, una túnica blanca (...), cuatro garrafones de ron, diez cajas de ginebra".
Periodismo y ficción en África
- El corazón de las tinieblas (1902). Joseph Conrad.
- Cuadernos africanos (1999) Península. Alfonso Armada.
- El fantasma del rey Leopoldo (2002). Península. Adam Hochschild.
- Ébano (2003). Anagrama. Ryszard Kapuscinski.
- Pandora en el Congo (2005) Suma. Albert Sánchez Piñol.
- Siete casas en Francia (2009) Alfaguara. Bernardo Atxaga.
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