Estos son de Bolaños:
Todos los hombres en este pueblo son altos, sueltos, grandes sufridores de trabajos; son hombres de fuerzas muy parcos en comer y beber y para todo hecho. No son hábiles para letras. Diestros en tirar una piedra, muy ligeros y derechos; no se ha visto hombre natural gordo.
Un cura reprendiendo al pueblo un día de domingo, que también era día de Santo Tomás, dijo: ¡Qué bellaquería! ¡Día de un apóstol y domingo, y tan poca gente en misa! En fin, bien dice ay en esos Evangelios: vae, qui destruis templum Dei!
Un sacristán clérigo quiso el día de Resurrección dar hostias (como se usa en algunas tierras); pasada la fiesta envió a los amigos algunos panes de ellas. Uno, pues, dándole las gracias, dijo: beso las manos de vuestra reverencia por la merced, que cada mañana me desayuno con aquel Santísimo Sacramento que me da la vida. El clérigo a esto dijo:
-Hermano, desengañaos, que las hostias que os envíe era[n] pan como lo de vuestra arca; que solo el pan que el sacerdote consagra con aquellas sagradas palabras en el altar es Sacramento con las cuales se muda el pan que veis en carne, y el vino en sangre verdaderamente, lo cual es representativo de la pasión de Jesucristo, nuestro Dios y Señor.
Respondió otro labrador: "Tiene razón el Padre, que yo he visto allí pintado la cruz y tenazas y azotes y clavos".
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