En Navarra se llama manchurrianos a todos los inmigrantes procedentes del resto de España, no sólo manchegos, sino que a los que vienen de otras tierras, que llegaron a trabajar a Navarra al inicio de la industrialización en oficios duros y sufridos que los naturales empezaban a rechazar; se decía de ellos de forma injusta y reprobable, aunque nunca fueron maltratados ni mal recibidos, que "pantalón de pana y petacho en el culo, manchurriano seguro". De Mancha viene la denominación Manchuria, región tras el otro lado de la gran muralla, y del sufijo despectivo -urro, asimilado al sufijo también despectivo -orrio. Otras diferentes formas de llamar a un español en Euskadi: koreano, chacho -cerdo-, macaco, belarrimotza, tren ekarritakoak, maketo (del vasco makito o maketo, "tonto, majadero")... En Cataluña se los llama charnegos, esto es, perro banduendo o sin amo. En Hispanoamérica se llama a los españoles mierdas, coños, godos, gallegos, chapetones, gachupines... Nosotros, menos prolíficos, los llamamos sudacas. Los gitanos racistas llaman a los sudamericanos payoponis, de payo, contracción de Pelayo, denominación que usan para los no gitanos en general a causa de su envanecimiento hidalgo de casta, y pony, por la baja estatura de algunos amerindios. Los españoles racistas llaman a los gitanos calorros y lolailos. El racismo contra los negros se expresa en algunos insultos como cafre, zulú o negrata. De nuestro pasado colonial existen "hacer el indio" o "ser un punto filipino". Denominaciones despectivas específicas contra los manchegos hay pocas: los madrileños llaman despectivamente a los toledanos de ciudad y provincia bolos; la de manchurrianos de arriba también puede considerarse como tal.
Pero, en realidad, el español reserva, por ingénito cainismo o sencillamente por secular injusticia, que es el mal típicamente español, la denominación despectiva a su vecino, al que tiene al lado. En todas las ciudades y pueblos de España hay una denominación despectiva para el lugar vecino. En el mío, Ciudad Real, se llama a los del pueblo vecino de Miguelturra churriegos, y ellos a su vez nos llaman culipardos. Eso se debe a circunstancias históricas: Ciudad Real, ya su nombre lo dice, es de realengo o jurisdicción real, y por eso goza de Santa Hermandad, cuyo uniforme, aparte de las famosas mangas verdes, incluye unos calzones pardos. Miguelturra, sin embargo, cuya jurisdicción corresponde a la orden militar de Calatrava, siempre ha sido un pueblo con una activa industria textil centrada en la lana, pero de ovejas malas "churras" o sin casta (no ovejas "merinas", o con lana de la mejor calidad, por el nombre de "merino" o miembro de la Santa Hermandad), lo que justifica el sobrenombre de churriegos.
Pero, en realidad, el español reserva, por ingénito cainismo o sencillamente por secular injusticia, que es el mal típicamente español, la denominación despectiva a su vecino, al que tiene al lado. En todas las ciudades y pueblos de España hay una denominación despectiva para el lugar vecino. En el mío, Ciudad Real, se llama a los del pueblo vecino de Miguelturra churriegos, y ellos a su vez nos llaman culipardos. Eso se debe a circunstancias históricas: Ciudad Real, ya su nombre lo dice, es de realengo o jurisdicción real, y por eso goza de Santa Hermandad, cuyo uniforme, aparte de las famosas mangas verdes, incluye unos calzones pardos. Miguelturra, sin embargo, cuya jurisdicción corresponde a la orden militar de Calatrava, siempre ha sido un pueblo con una activa industria textil centrada en la lana, pero de ovejas malas "churras" o sin casta (no ovejas "merinas", o con lana de la mejor calidad, por el nombre de "merino" o miembro de la Santa Hermandad), lo que justifica el sobrenombre de churriegos.
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