Pues sí, quién lo iba a decir. Es una de tantas cosas como he ido averiguando revolviendo archivos, muchas de ellas de lamentar que nadie las dé a conocer. El individuo, del que sólo daré la sigla de su apellido, M., era un bibliófilo, arqueólogo y epigrafista de primer orden, respetado y venerado por los principales eruditos de su tiempo y después por Menéndez Pelayo, pero no llegó a atravesar los mediados del siglo XIX y falleció demasiado pronto. Sin embargo le debemos bastantes descubrimientos arqueológicos y la primera edición seria del Lazarillo de Tormes.
Era liberal, probablemente miembro del círculo de eruditos amigos de Gallardo, y tuvo algunos problemas con los sinvergüenzas de siempre; quizá algún día publique lo que sé de él (si me preguntan por qué no lo hago, contestaré que porque tengo que dar clases y corregir exámenes). Escribió además un importante ensayo sobre la historia de CiudadReal por petición de Sebastián Miñano y Bedoya para su Diccionario, pero Miñano, que sólo esperaba una notita, sacó sólo unos cuantos datos y no se lo devolvió, lamentablemente, de forma que se extravió y hoy está perdido. Hay algunos escritos suyos esparcidos por algunas revistas y archivos.
Era liberal, probablemente miembro del círculo de eruditos amigos de Gallardo, y tuvo algunos problemas con los sinvergüenzas de siempre; quizá algún día publique lo que sé de él (si me preguntan por qué no lo hago, contestaré que porque tengo que dar clases y corregir exámenes). Escribió además un importante ensayo sobre la historia de CiudadReal por petición de Sebastián Miñano y Bedoya para su Diccionario, pero Miñano, que sólo esperaba una notita, sacó sólo unos cuantos datos y no se lo devolvió, lamentablemente, de forma que se extravió y hoy está perdido. Hay algunos escritos suyos esparcidos por algunas revistas y archivos.
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