viernes, 21 de enero de 2011

Encargos

Me escribe Calero diciéndome que la universidad ha aceptado imprimir mi nueva edición de la Autobiografía de Juan Calderón. Más trabajo: llamarle por teléfono, revisar el texto. Estoy muy satisfecho de esta segunda edición, a la que dediqué seis meses, porque no se va a parecer en nada a la primeriza; los años no pasan en balde, tengo más documentación, más experiencia y cometo menos errores; el texto está aún más depurado y compulsado con nuevas fuentes.

Me escriben de Castalia, remitiéndome una copia del contrato para la edición de las fábulas de Iriarte y Samaniego. Pues estupendo, pero más agobio: tengo que escribirla de aquí a cinco meses y quizá deba pedir una prórroga.

Daniel me remite desde Estados Unidos las restantes cartas para que les revise el texto, que saldrá en Juan de la Cuesta, la editorial cervantista de Newark, creo. He convencido a mi mujer de que me las pase a ordenador a cambio de redactarle cinco folios de historia, instituciones y cultura manchega para un temario que tiene que dar a sus alumnos. Pues qué bien, pero ¿no empieza a ser demasiado?

Avisan de Cádiz de que me han publicado el artículo sobre Félix Mejía; pues qué bonito. Hay erratas, sin embargo, aunque ya me importan un pimiento. Ahora tengo que enviarles los estudios de Mejía sobre la Constitución de 1812. Están casi acabados, pero hay que darles otro repaso. Maravilloso.

Siguen los de Teruel sin sacarme la edición de mi tesis, aunque se la entregué hace dos años. Me consta que ya está en formato para la imprenta, pero como no estoy ahí me roban los fondos de edición y lo posponen sine die. Ad calendas graecas, como decía Augusto. Sin latín: paciencia y barajar; pero habría que mandarles otra admonitoria: tienen el compromiso de edición ganado con el premio Nifo.

El artículo sobre el vino está decantado: tengo los materiales y redactada buena parte del texto, pero hay que acoplar lo que falta y seguramente encogerlo; y en esto va Matías Barchino y me dice que tiene escrito un artículo de noventa páginas sobre el tema; me lo enviará y así podré descartar lo que tengamos en común y encogerlo más. Es un tema con mucha bibliografía, muy popular. Hasta Isidoro Villalobos ha escrito sobre él, y también un vallisoletano, no me acuerdo ahora de cómo se llama.

Anteayer, conversación con Matías Barchino: acepta coescribir la Historia de la literatura en La Mancha, con lo cual se cierra la empresa con tres redactores: Elena, Matías y yo. Le envío la nomenclatura de autores a Elena y Matías, y el formato de redacción. Para enero ya debemos tener un borrador; yo me encargaré de la Edad Media y el siglo XIX, Matías del XX y Elena del XVIII. En la segunda fase, despacharemos los siglos de oro. Qué maravilla; pero hay que seguir con lo que ya llevo redactado y corregir mi borrador del XIX, que han aparecido nuevas cosas.

Tengo ilusión en poder terminar mi edición del Jicotencal, que está a medias, y emprender la de los Retratos políticos de la revolución de España, de Félix Mejía, la Historia de la guerra carlista en la Mancha que he descubierto y tengo transcrita, y la Crónica de la conquista de la Nueva Castilla de Cristóbal de Mena. No sé si renunciar a la del Bernardo de Balbuena; creo que es lo único que ha podido conmigo.

Pero todas estas últimas cosas tendrán que esperar turno y mejor ocasión. Porque creo que trabajo anterior no me falta, si le sumamos el del instituto, que es lo que más me debe importar y me da de comer; ya es para andar, por lo menos, un poco estresado y estresante, sobre todo teniendo en cuenta que ayer solucionamos por fin el grotesco papeleo de mi operación, que parece será en verano. No es una tontería: hay riesgos, pero más me arrisco siguiendo a mi arregosto y como estoy. Me conformaría con ser tan eficiente como las inteligentísimas oficinistas del Ramón y Cajal, todo el día de carrerilla por los pasillos, a prueba de tribulación. Menos mal que tenía a mi mujer al lado, que me servía de Virgilio para guiarme por todo ese Purgatorio burocrático. Subimos y bajamos tantas repisas de escaleras que por poco me vuelven los vértigos. Necesito una fuente Eunoe.

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