martes, 19 de abril de 2011

Sobre la falsa idea de Fascismo



Ponen el grito en el cielo ¡que viene el fascismo! cuando ven la ascensión a las alturas de Marine Le Pen en Francia o del partido ultra finlandés, entre otros. Un partido de un país (tan civilizado y tan bien educado, por cierto) como Finlandia debe tener razones de peso que no cabe rechazar a la ligera, sino repensar despacio. Mi juicio, que no opinión, sobre el tema, que puede estar errado como el de cualquiera pero al menos es un juicio, por lo que algo tendrá de verdad, empieza por el hecho de que la palabra está mal escogida para designar un fenómeno complejo distinto. Aunque la historia se repita entre pueblos no instruidos, lo hace con variaciones significativas, por más que las circunstancias puedan haber cambiado poco.


Es cierto que está surgiendo algo, y que va a surgir con más fuerza en el futuro, pero eso se debe a la pujanza del Asia oriental (incluidas India e Indonesia), y hasta de Asia menor (porque el crecimiento anual del 7% de Turquía, modelo para todos los países islámicos del entorno, es algo a tener en cuenta); que incluso Brasil y el resto de Hispanoamérica vuelan, mientras que los Estados Unidos, Japón y Europa periclitan con un modelo consumista, energético, social y político obsoleto, que no encuentra antítesis o alternativa en el modelo socialista o comunista; eso da lugar al surgimiento (y no precisamente resurgimiento) de algo que se insiste en llamar fascismo y en realidad es algo mucho más viejo y conocido: el Nacionalismo. 


Cualquier observador atento habrá notado que el único elemento que tienen en común verdes y ultraderechistas es precisamente ese afán por poner cotas y fronteras, protecciones y leyes que limiten de forma fundamentalmente conservadora el espacio, la naturaleza, la historia y, en suma, la identidad de los pueblos. Ese biologismo materialista emana un aroma de puro siglo XIX, pero en el XX es un sentimiento de autodefensa natural cuando un país se ve invadido por todo tipo de costumbres, lenguas, tradiciones y éticas socialmente discutibles y se ven amenazados otros derechos conquistados trabajosamente a través de los siglos, cuando ya ni siquiera los sindicatos, antes respaldados por un modelo teórico fuerte y hoy presuntamente fracasado, el socialismo, pueden defendernos del asedio de un neoliberalismo de nuevo cuño pero muy antiguas maneras, que no viene ya de los Estados Unidos, sino del Asia, con ese "ejemplar" modelo social, ético y educativo (algo tienen que enseñar, después de todo), donde el monstruo está creciendo y preparándose para su propósito a la vista: destruir la clase media europea y arrollar, avasallar y empobrecer, esta vez no sólo económicamente, sino cultural, social, política y éticamente, el Viejo Mundo. Y quizá la única manera de impedirlo será unir política y ética; por ejemplo, crear un poder regulador mundial efectivo; acabar con los paraísos fiscales; generalizar los microcréditos en todo el mundo (en sentido más abstracto, desde la mismísima educación y la mismísima nómina o contrato) y debatir unas leyes impositivas y suntuarias globales e imaginativas.


El escenario está preparado; pero creo que no alcanzaré a ver si es una tragedia, una comedia o un drama lo que se va a representar.

1 comentario:

  1. Argamedon

    No te engañes, un lustro será bastante. Un decenio para que se compliquen países con armamento nuclear y tres avemarías para que reviente la pus acumulada bajo el Himalaya. Ojo a la destrucción de satélites que puede generar suficiente basura espacial para inutilizar cualquier intento de reubicar otros.

    La nueva edad media se abrirá tras el ocaso del imperio y pocos serán los que lo puedan contar. ¿sabrán fabricar papel?

    Respecto al término, usan asimismo populismo, cómo no, peyorativamente. Qué más quisiéramos algunos que se escuchara la voz del pueblo y el folclore deveniese alta cultura.

    ResponderEliminar