miércoles, 29 de junio de 2011

Uno se entera de cosas que no puede decir, qué pena.

Pues eso. Cosas y casos que no se pueden decir, es decir, indecibles, e incluso indecidibles, como las improbables proposiciones de Gödel. Hay dos tipos de mierda: la higiénica que se tiran con la mano los cerdos culones de la granja de Orwell, en pocilgas como el debate sobre el estado de la nación, y la mierda letal con la que quieren infamar incluso al honesto y vilipendiado pepino. De esa me entero de vez en cuando a través de los resquicios que permite el sistema y los amigos que uno tiene hasta en las cloacas. Y uno se entera porque los pérfidos que cuentan esas cosas saben que uno no sólo es una tumba egipcia, sino de esas que están bajo la arena todavía, porque no han sido violadas.Pero saber lo que uno sabe deprime muchísimo y hace perder todas esperanzas sobre la esperanza. Deberían haberla dejado en esa caja, la de Pandora, tan parecida a un ataúd.

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