Quedamos E., M. y yo a comer en Guridi. Vi a E. un poco desmejoradilla a causa del cruel tratamiento que padece contra su hepatitis, pero todo parece que marcha adelante y dentro de poco, aunque laboriosamente, ya que es enfermedad que se las trae, podremos tenerla buena; el mundo no se merece poder prescindir de gente así que lo hace un poco mejor y más soportable. Es un poco prisionera de su modestia: ha creado escuela en su teoría de interpretación del ensayo y tiene discípulos en Ámérica, donde hay muchos que estudian y enseñan por su libro. Nos contó -a regañadientes, que es demasiado tímida- cómo había sido su conferencia en Gante (Bélgica).
M. me recordaba a un médico mío que daba vueltas y más vueltas a un tema como si fuera un planeta dentro de su órbita, sin salir de ella. Se ve que tiene vocación discursiva, pero es difícil sacarlo expedito de su nudo gordiano; lo propusimos, a causa de su probada experiencia, sus habilidades de gestión y sus muchos contactos, para dirigir una asociación que preserve el patrimonio literario de Castilla-La Mancha. Si hay alguien que puede encender esa mecha es él; ni yo ni E., desde la posición que ocupamos, podríamos hacer otra cosa que secundarlo y engordar el proyecto, que beneficiaría sin duda la cultura regional. Lo que pasa es que M. se asusta ante lo que le viene encima y tiende un poco a seguir en su órbita y se encuentra a gusto sin trazar otra. Yo creo que lo hará; de hecho, suspiro por que lo haga, pero, si terminamos por no sacar nada de esto, podría dedicarme a vivir sin alas de papel, lo que tampoco está tan mal. Me ilusiona el proyecto, pero en la escritura y rescatar el pasado se te va el soplo vital. Mi idea, y creo que es una idea razonable, es que fuera un proyecto autónomo e independiente en sus fines, como el de la Institución Libre de Enseñanza. Si algo hemos aprendido de ella es que lo que alcanza sus objetivos a largo plazo no puede ser mediatizado por instituciones nacidas con otros propósitos: necesita independencia de cualquier forma de poder que adultere su naturaleza. Cualquier sociedad bien avenida puede transformarse por obra de la política en una Bosnia cualquiera. El krausismo, por el contrario, respetaba y se hacía respetar; uno puede colaborar y encontrar apoyo en las instituciones, pero no depender de, ni mucho menos ser gobernada por, ellas.
La comida fue muy bien; la ensalada Guridi, con nueces y otras cosas, es lo más destacable.
Una pena
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