1.ª Paranoia de primer orden y sistemas delirantes adjuntos.
2.º Conciencia de un paraíso o una patria perdida.
3.º Soledad, mucha soledad, para que las palabras que lo unen al mundo como un cordón umbilical o un hilo de prosa o verso adquieran una importancia vital, para que exista caja de resonancia al yo, para escuchar mejor esa voz escondida y secreta que no tiene palabras ni significados, sólo interpretaciones, angustias y misterios.
4.º Poseer magma y volcanes, caos y orden, océano y desiertos, selvas y laberintos, espacios abiertos y muros, hambre y sed, sístole y diástole, vida, en suma.
5.º Si se es narrador, tener poca imaginación, memoria de elefante, un sentido de la observación más que agudo y cierta tendencia a hacer planes y proyectos tontos y quiméricos sin desanimarse y, algo muy importante, estar dispuesto a ser humilde y a aprender y a preguntar no sólo al que sabe, sino al que no sabe, que a veces puede enseñarte más.
6.º En los poetas líricos, una carencia absoluta de sentido práctico, de forma que siempre se estén cayendo en pozos de los que no saben cómo salir; menos mal que por lo menos saben atarse los zapatos (mal). La conciencia de esto les da, además, una mala leche proverbial y una lengua capaz de despellejar un armadillo. Hacen gala, además, de un desprecio absoluto por el lenguaje corriente, al que tratan igual que un hijo de mala madre, por ejemplo el de la prensa, y por extensión cualquier forma de autoridad.
7.º Acabar lo que se empieza, aunque cueste la vida.
8.º Estar dispuesto a no vivir de lo que escribe, y sin embargo escribir siempre, todos los días, todo el tiempo, incluso mentalmente si no escribe, o al menos una hora, con un perpetuo deseo de hacerlo mejor. Porque escribir es, también, una forma de vida.
9.º Hacerlo (escribir) con pasión (la que sea) y precisión, y con las menores palabras posibles, pasarse la vida tomando instantáneas y notas mentales hechas con palabras de cualquier situación.
10.º Cuando esté acorralado en la esterilidad, negarse a sí mismo, cambiar de piel, ir hacia donde no quiere ir, pensar lo que no quiere pensar, hacer lo que no quiere hacer, frecuentar a aquellos con los que no quiere estar y volverá a ser él otra vez.
11.º Escribir solamente de lo que no quieres escribir. Lo otro también puede hacerse, pero es demasiado fácil.
Te felicito por esa radiografía tan exacta del alma del escritor. Yo no paso de aficionado diletante, pero creo que cumplo con siete de los once puntos, lo cual no se si debe preocuparme.
ResponderEliminarLa otra mitad del organismo del escritor profesional es su bolsillo, y aquí tendrás cumplida cuenta de su anatomía:
http://miseriasliterarias.blogspot.com/2006/11/este-blog-comienza-dar-sus-frutos.html