Publicado en Lanza, ayer:
UNA VIEJA DAMA LLAMADA SELECTIVIDAD
Desde que en el examen de la llamada Selectividad
(ya sé que se llama prueba de acceso a las enseñanzas universitarias oficiales
de grado, es decir, PAEG), correspondiente a la asignatura (ya sé que ahora no
se llama así) de Lengua castellana y literatura, puede salir sola y
exclusivamente un texto «divulgativo-informativo», el alumno se puede encontrar
con cualquier texto de autores tan extraordinarios como una antigua ministra,
de cuyo nombre, aunque no quiero acordarme, me acuerdo; un periodista excelente,
o no tanto; o cualquier otro autor de los buenos que tenemos en España. Eso sí,
nunca se podrá encontrar con un texto de Bécquer o Galdós, Unamuno o Machado,
Lorca o Gerardo Diego, Delibes o Buero Vallejo. Menos de Gabriel Celaya; y, por
supuesto, León Felipe no estará nunca entre los elegidos. Ni siquiera García
Montero ni César Antonio Molina, aunque este fue ministro hace poco tiempo.
Por eso, que salga un texto contra Esperanza
Aguirre es una insignificancia. El problema no está en que el texto
«divulgativo-informativo» sea un ataque a Esperanza o a Zapatero; el problema
está en que, en segundo de bachillerato, no hay, al menos oficialmente,
lecturas obligatorias; en que nunca, nunca, nunca, podrá el alumno elegir un
texto literario (Clarín, Juan Ramón Jiménez, Valle-Inclán, Alberti, Salinas,
Alfonso Sastre, Eduardo Mendoza, Carmen Laforet… no tienen la altura suficiente
para aparecer, por lo menos, en una de las dos opciones que se presentan). El
problema está en que los textos literarios son menos importantes que los
periodísticos o los humanísticos, pongo por caso. Todos son importantes, creo
yo; pero en una asignatura que se llama Lengua castellana y literatura me
parece que hasta un poema del olvidado (por la izquierda y la derecha) León
Felipe debería tener prioridad sobre un texto de un periodista, por muy bueno
que este sea. O al menos aparecer en una opción el periodista y en la otra el
propio León Felipe, Benítez Reyes, Miguel Hernández o Pío Baroja.
El caso del texto, que en este duro septiembre ha
salido a los alumnos castellano-manchegos, es un ejemplo más de lo mal que está
la enseñanza. Pero no el texto en sí, sino todo lo que hay a su alrededor. Hoy
los toros, el carnaval y hasta el
botellón son los máximos ejemplos de nuestra cultura. Pero comentar un texto de
Azorín o de Martín Recuerda, comentar un poema de Dámaso Alonso o José Ángel
Valente es una aberración, incluso si se propone en un examen de Lengua
castellana y literatura.
¿Cuándo veremos que el emperador va desnudo?
Bueno, verlo, lo vemos; pero decimos que lleva el más maravilloso de los
trajes: el de la incultura.
Jerónimo Anaya Flores.
Profesor de Lengua castellana y literatura
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