Para qué sirve la poesía
Pío E. Serrano
Quizás sea el momento de hacernos
la difícil pregunta de para qué sirve la poesía. ¿Cuál ha sido el propósito de
este milenario y tozudo ejercicio de indagación que nos ha acompañado desde el
origen mismo de las primeras
civilizaciones? ¿Por qué hombres y mujeres, serios y responsables, se han
ocupado en llenar tabletas de cera, papiros y papeles con sus enigmáticas
propuestas, expresadas en líneas cortas, que llamamos versos, y que parecen no
agotar esa humana curiosidad?
Tal vez deberíamos comenzar por
dejar en claro para qué no sirve la poesía. Por ejemplo, aunque dotada de reconocidos
valores, los suyos no cotizan en bolsa. No sirve, pues, para ganarse la vida,
más bien, al decir del poeta nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez, sirve para
ganarse el alma. Tampoco la poesía produce un bien consumible, en el sentido
del mercado que nos propone bienes de usar y tirar, fungibles; la poesía tiene
vocación de permanencia. A diferencia de la ciencia y la tecnología, la poesía
no nos dota de instrumentos, herramientas y saberes con los que alterar la
naturaleza física de las cosas.
Como la Filosofía, la Lógica, la
Etica o la Estética, entre otras disciplinas llmadas humanísticas, la Poesía
nos dota de instrumentos que nos permiten rehabilitar, si me permiten,
reamueblar nuestra conciencia, ese espacio de nuestro ser del que no podemos
despojarnos, que nos acompaña siempre y que en la generalidad es el dispositivo
humano que permea todas las acciones de nuestra vida, incluidas las más
pragmáticas y utilitarias. No es menester de la poesía el empalagoso comercio
con la sensibilería, ni el abuso de los lugares comunes de los artificiales
dolores y penalidades del poeta quejumbroso. Ni siquiera la poesía es únicamente
instrumento de la rabia y la cólera si carece del lenguaje apropiado; poetas
como Gabriel Celaya, Blas de Otero o Miguel Hernández nos han legado el
testimonio de la legítima ira y el rescate de la justicia en el auténtico
lenguaje de la poesía.
Porque la poesía es también,
además de sentimiento, forma poética, rigor en la expresión, lenguaje dominado
y convertido en arte.
Las respuestas sobre la necesidad
de la Poesía han sido múltiples y diversas a lo largo de los siglos. Yo me
arriesgo a compartir la mía con ustedes. Creo que, sobre todo, la poesía es un
acto de conocimiento, una acción destinada a enriquecer nuestra mirada y
nuestra conciencia. El poeta, en este sentido, es quien, como Shakespeare, pone
ante nuestra distraída mirada la más completa muestra de las turbulencias de
las pasiones humanas; o, como Dante, quien sitúa ante nuestros ojos la suma del
bien y del mal; o como los poetas orientales, quienes descubren para nosotros
la sutil vibración de un instante en que la naturaleza dialoga con el poeta
para revelarle un milagro hasta entonces desconocido.
En palabras de Ortega: “La misión
del poeta es inventar lo que no existe”, sólo que yo sustituiría “inventar” por
descubrir, y “lo que no existe” por lo que no ha existido hasta que su mirada y
su verso lo revelan.
Todos estos autores y los que
cada uno de ustedes tienen en mente, gracias a la generosa acción del verso
comparten con nosotros sus descubrimientos y asombros. Haciéndonos más sabios,
más justos, mejores.
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