viernes, 11 de noviembre de 2011

De gramática y libros

El Mundo de este viernes venía muy interesante, o es que yo estoy muy receptivo. La gramática también se ha vuelto vistosilla con el último desarrollo chomskiano, el llamado Programa minimalista. ¡Buenos estamos! Trasplantando teorías gramaticales al español cuando lo que hay que hacer es un buen software de traducción automática al y del español. Los del inglés cada vez fallan menos, porque han conseguido ajustar bien el software a la gramática, la semántica, la pragmática y la lexicología, pero los lingüistas españoles todavía no se han hecho siquiera a la informática, salvo unos poquejos y poquejas. Algún resultado tendrá que dar tanta lingüística como se ha hecho en el siglo XX. Por demás, ahora vemos a la gramática de la Real Academia llena de funciones no ya sintácticas, sino semánticas e informativas y argumentos y adjuntos, lodos que trajeron los polvos de la X con barra y un señor de León llamado Salvador Gutiérrez Ordóñez, de quien me leí un opusculillo hace unos años en que ya anunciaba todas estas novedades de las valencias, que llamaba él, aunque todos los demás (el eminentísimo y albaceteño Ignacio Bosque, Brucart, Demonte, Escandell) hablan de argumentos. En cuanto a los lingüistas manchegos, el único que tiene algo que decir, y no poco, en cuestiones de semántica, es el conquense de la Universidad de Valencia Julio Calvo Pérez, que ¿dará? que hablar con su teoría del espín léxico propuesta en su nuevo libro, La fundación de la Semántica. Los espines léxicos como un universal del lenguaje. Madrid-Frankfurt: Iberoamericana-Vervuert, 2011; ¿dará? En el mundo, en España y en La Mancha se ignora, ningunea, menosprecia y hace el vacío y por fin se arrincona y olvida a cualquiera con ideas originales hasta que, una vez difunto, sus ideas son repetidas por otro más aprovechado y con mejor suerte, que no corre el peligro de ser llamado original.


Tengo ganas de leer varios libros que siempre se me quedan a trasmano. Por ejemplo, Stoner, de John Edward Williams, la historia de un profesor honesto de lengua y literatura, que me ponen como una de las grandes novelas americanas del siglo XX; si es así, imagino que debe sobrepasar a El profesor, de Frank McCourt, o a la autobiográfica de ese profesor francés que leí hace tiempo y de cuyo nombre ya no me acuerdo; decía que al alumno torpe lo que hay que darle es afecto más que otra cosa. No sé; algunos chavales parece que merecen más un capón, otros, sí, la verdad, necesitan un poco de confianza en sus propias posibilidades; a pocos se les ve relucir el brillo inextiguible de la curiosidad. Por cierto que un alemán ha escrito una novelita sátira de un instituto de secundaria y está dando mucho que reír por toda Europa; la he hojeado en la librería CILSA, pero la memoria me falla; el nombre del autor tenía una K. Me he llevado un paquete de correos con dos libros de comentarios patrísticos al Eclesiastés y el Libro de Job, mis dos favoritos del Antiguo Testamento. El Eclesiastés dice verdades más grandes que Sierra Nevada; forman parte de la larga colección Biblia comentada; me quedé sin dinero y no he podido sacar otro paquete; mañana veré. 

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