Soy serio; no aprecio hablar de algo tan ridículo como la política, que tanta madera trae a la hoguera de las necedades. Divierte, por caso, ver a Chacón exigir medidas chaconianas para democratizar el Caspoe, Pepoe, Psé-¡ohé! o como se llame, o ver al Joseluisitismo decir ahora es Rubalcalvinismo y que hubo predestinación, no Botín sobre Zapatín, y prometer prometidos para después de no cumplidos, cuando ya se tiene nómina bien nutrida a costa de las demás (las demenos, mejor). Cierto, dura fue la zapateta prodigiosa y sarasatiana bajo la circense lluvia de chuzos y amo jugar del vocablo, pero hacerlo con vidas humanas es algo que no puede permitirse un humanoide, cuanto más un ridículo o político, por moral. Y de moral hablo, porque cualquiera posee más moral que un político, incluso yo, que ni siquiera sé qué pueda ser..
El ejercicio del escepticismo puede dejarlo a uno vacuo y exhausto, pero al cabo comprueba sólo es un instrumento y el fin de todo instrumento es independizarse de él. Si uno quiere ser escéptico tiene que deshacerse de su propio escepticismo y creer en algo, es decir, reclamarlo. El escepticismo te conduce así al borde de lo que no sabes y te despeña dentro de lo debes, quieres y puedes saber. Es útil para hacer higiene, pero llega un momento en que se plantea hacer higiene hasta de ti mismo y echarte fuera o nada. Y ese yo se resiste a salir; se da cuenta de que está hecho de yoes (lo que es algo muy común, porque todos nos parecemos un poco, como Adán a todos sus hijos, o como el mismo Adán a su padre) y uno tiene que realizarse como su propio héroe, ideal o mejorado.
Pero uno no mejora. La naturaleza, desde luego, empeora y se desgasta. El caso es mejorar en el terreno de lo posible sin desmejorar a nadie. Y todo conspira contra Don Quijote, a no ser que Guy Fawkes, con la ayuda de Uve de vendetta, haga estallar un parlamento británico vacío.
Estimado Ángel, a eso que has hecho en este artículo lo llamo yo trenzar fino con hilo ladino.
ResponderEliminarEn el primer párrafo los diversos registros danzan en graciosa irreverencia, pero el segundo me deleita aún más por su contundencia filosófica. De antología.
Un último apunte a vuela pluma sobre tu siguiente entrada por no importunarla con otro comentario: además de hacer constar la resonancia de afinidad con tu exposición de fobias, me anoto ese acierto de «librocaretos» —¿cómo no lo vi antes?— que pienso llevar en la recámara presto a ser disparado.
Agradezco y multiplico la felicitación por las fiestas, pues el espíritu festivo, con independencia de que nos colme o nos amargue, parece ser lo único capaz de vertebrar este país de zambomba, sotana y balompié.