En El Mundo electrónico hay un artículo que lista las doscientas personas más ricas de España, pero para conocerlo hay que pagar una subscripción. Ahora bien, si yo quisiera conocer a las doscientas personas más pobres de España, tampoco podría saberlo, primero porque la pobreza es algo que no se puede medir sino en números negativos, mientras que los ricos operan con números reales, o sea que cuentan, que tienen importancia, que sólo son positivos (son reales también porque son dinero). En segundo lugar, nadie se ocuparía de hacer una lista con esas doscientas irreales personas, las más pobres de España: son demasiadas y más o menos están a la par en miseria, en lo que se les debe, en sentimientos de desamparo que no se pueden medir ni pesar tan bien como las onzas de oro. En tercer lugar, si quiero buscar a cualquiera de ellos, como no tengo a ningún periodista que me lo haga, lo único que tengo que hacer es salir de Internet e ir, gratis, a la calle, papel y pluma en la mano, a un parque, a la Iglesia, a un supermercado, a Cáritas o a las afueras, donde se acumulan los muertos, los enfermos, los viejos, los niños, los locos, los gitanos, los cacharreros, los indeseables, en suma, las basuras materiales y las basuras humanas, y hay siempre gente pidiendo, tirada o bebiendo. Son gente nada cara de ver, que sólo pide la voluntad, un trago, un cacho de pan, un trozo de puente para que no les caiga nada más encima. La que sabe escribir en español y la que tiene un teléfono o una dirección hasta te la pone en un papelito muchas veces, pegada a alguna pared, no precisamente en Internet, ni en un cartoncillo de papel ahuesado o jeta de visita. Pero la voluntad de ver la lista de los ricos, en primer lugar, tiene precio fijo, y en segundo carece de trato personal: me dan un nombre y un número de millones, pero no una dirección, ni siquiera un teléfono, ni siquiera una secretaria; esta gente está muy resguardada del frío del invierno, de los acreedores y de los mismos pobres; incluso la resguarda una cuota de subscripción, un cuerpo de seguridad, un muro, una agenda, un coche, una marca, un país distante, anglosajón y caro.
La verdad, creo que hacer listas, hasta de alumnos, es algo demasiado inhumano. Para listas, la de Schindler... y debería ser abierta y con números negativos, de esos que no cuentan, porque ya están muertos o tan desaparecidos como la vergüenza humana, que no sé cuándo la vimos por última vez, y es virtud escasa tanto en los pobres como en los ricos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario