viernes, 30 de diciembre de 2011

Una curiosidad onomástica

Uno sabe de curiosidades onomásticas y desde que se picó con el tema al leer el doctísimo libro de Albaiguès Olivart, ha hecho sus propias indagaciones e incluso elaborado algunas teorías sobre el uso de criptónimos. También con frecuencia me hago preguntas como: ¿cuál es el nombre de pila más raro de la lengua española? El más curioso, el que más preguntas plantea. Yo creo que es Ñuflo. Ni siquiera se sabe, tan rara es su pronunciación en castellano, si suena así, pues hay quien lo escribe Nuflo, Nunflo, Ñunflo, Nunfrio, Nuño, Onofre, Onofrio, Onufrio o Nunfrio. Hay muchas teorías: puede ser de origen egipcio (hay un venerable padre del yermo o de la Tebaida que se llamó Onofre) o germánico, o  ninguna de las dos cosas. No le llegan a la suela del zapato nombres ignotos y antiquísimos como Indalecio, prerromano y probablemente ibérico, Orisón, lo mismo, Pacomio, Clofe (quizá de Clovis -Clodoveo-, no creo que de Cleofás) o el hebraico Efrén, por Ephraim, que oí en el pueblo de mis padres. Es una pena que hayan desaparecido los poéticos nombres visigodos (Mauregato, Sisalda (que es nombre de bruja, por el sis-), Wanda, Witiza, Suintila, Nando, Teudis, Herminio, Tulga, Sisebuto (otro brujo), Fritigerno, Egica, Agila) o suevos (Maldras, Manus)  y las Briandas, Elfas y demás que aparecen en la literatura hispana clásica, junto a los Millanes o Emilianes etcétera. Otra curiosidad: el antropónimo celtíbero, acaso de la tribu bela, Thurro se encuentra en Miguelturra, y el ibérico Allorcos en Alarcos, llamado por entonces Lacurris o Larcuris. Teónimos, o nombres de dioses y diosas a los que rindieran culto nuestros antiguos padres carpetanos, tenemos a la temible diosa madre Metragirta, a  Iscallis, a la siniestra Ataecina y a esa especie de Hércules que se sigue adorando en las iglesias manchegas bajo la advocación de San Isidro. Aníbal se casó con la princesa oretana Himilce, hija del régulo de Cástulo, Mucro, y según dice el poeta latino Silio Itálico tuvieron un hijo, Aspar. No voy aquí a hablar ahora también de otra pintoresca leyenda manchega, la de Orissón, que es igual de encantadora, con todo eso de los toros con los cuernos ardiendo y la derrota de Amílcar. Todos esos nombres pertenecen al patrimonio poético manchego más antiguo.


Pero si queréis reír a gusto con onomástica real, podéis saber que hubo padres más impíos en la elección del nombre de sus hijos que los novelistas Ramón Pérez de Ayala (que llamó Degollación y cosas peores a algunas de las mujeres de sus novelas) o el propio Camilo José Cela, que en La colmena habla de un personaje que se llevó de la pila bautismal el nombre de Cojoncio por una apuesta; también es  verdad que algunas de las combinaciones son involuntarias y se ofrecen a chistes impensados, como esa María Pascual a la que algún avispado llamó "desayuno completo"; aunque creo que ninguno supera a la "Mier de Cilla". Pruebas abundantes son estas:


Dolores Fuertes de Barriga, Rosa Espinosa de las Rocas, Antonio Bragueta Suelta, Sandalio Botín Descalzo, Susana Braga Palomino, Perfecto Ladrón Honrado, Mª Mar Barco del Río, Rosario del Cura Sacristán, Alfonso Seisdedos Pies Planos, Natividad Belén Santamaría, Agustín Cabeza Compostizo, Román Calavera Calva, Alberto Comino Grande, Pascual Conejo Enamorado, Jesús Estan Camino, Eva Fina Segura, Margarita Flores del Campo, Isolina Gato Sardina, José Luis Lamata Feliz, Amparo Loro Raro, Miguel Marco Gol, Ana Mier de Cilla, Rosa Pechoabierto y del Cacho, Evaristo Piernabierta Zas, Presentación de Piernas largas, José de la Polla Grande, Ramona Ponte Alegre, Ana Púlpito Salido, Emiliano Salido del Pozo, José Sin Mayordomo, Pedro Trabajo Cumplido, Abundio Verdugo de Dios, Miren Amiano Desnudo, Francisco José Folla Doblado, María Concepción Culo Bonito, Fernando Coco Cuadrado, Juan Carlos Rey España.

No hay comentarios:

Publicar un comentario