lunes, 5 de diciembre de 2011

Qué se le va a hacer

Vuelvo, y no debía. Muchas son las cosas que debo y no hago. Desobedezco hasta a mí mismo. La mano diestra no sabe qué haga la siniestra, así que debo ser evangélico y ambidextro. La escritura es casi lo único que alivia; pondría me alivia pero no lo hago yo solo así, de esta manera, sino que escribo para alguien que también puede aliviarse en escribir o leer incluso; leer no alivia, pero hace olvidar, distrae o maravilla, casi lo mismo.


No me agriman los recortes inminentes de alas, sino los de después: sé que no arreglarán nada y menos cuando no haya qué recortar sin producir sangre, como en el dilema de Shylock; por entonces esto será un corralito africano de niños panzudos y desnutridos, muchos venidos de un África subsahariana, poligamista y fornicatriz que produce aún más niños panzudos y desnutridos que saltan las vallas onduladas del desierto, del mar y de la Unión. El problema de Ameuropa es la emergencia de China y los demás dragones flamígeros del capitalismo salvaje. No podemos competir; no, al menos, con un sistema de consumo y crecimiento, porque crecer ya no es posible sino recortando como Shylock, y eso no es crecer, sino consunción y anorexia; mas es mejor redistribuir la pobreza para que la gente sufra menos y nos quedemos igual, atacar los parásitos paraísos fiscales para que no ardamos en el infierno impositivo, transformar la memocracia en una democracia real del talento, la inteligencia y la educación para que la innovación nos permita ir por delante y aminorar el estadillo del sufrimiento humano, que nadie lo mide. Por demás, hay amenazas en el horizonte: el Islam, bajo una apariencia democrática beneficiosa, se está volviendo más inestable y más sensible a la crisis que nosotros y dentro de nada algunos fanáticos tendrán allí la bomba atómica y las ganas de usarla, si surge alguna figura occidental que quiera provocar a las turbas del turbante.



En un mundo cada vez más parecido al mío la gente conduce autos usados y gana un sueldo cada vez más reducido e insuficiente. Paga impuestos crecientes por tener hijos, educación y salud, incluso por tener políticos, periodistas, publicitarios, banqueros, ejércitos y otros piojos insufribles. La mitad está casada y casi la mitad vive en suburbios y ninguno es enteramente pobre, pero muchos se describen como náufragos, supervivientes, con vías de agua, cansados de bracear y con pocas expectativas: los van a masacrar.


No estoy diciendo que vayamos a las bo-barricadas. Mucha gente parece vivir como en el mundo de los personajes de Philip K. Dick y pensar que la realidad no es real, sino platónica, hasta que la ven degradarse poco a poco por una ruina oxidante parecida a la actualidad; Philp K. Dick era un gran, un heterodoxo lector de Platón. Otros, por el contrario, están absorbidos en purgatorios particulares y necesitan liberarse del miedo, del remordimiento y de la ira, sentimientos que los esclavizan, para poder mirar fuera y descubrir el infierno real. Otros, los diosecillos menores estacionados en Palm Springs acabarán descubriendo que la corta distancia entre el cielo y el infierno es la de una simple avería del aire climatizado. La atmósfera es nuestro climatizador. Y ven así que hace mucho que el mundo dejó de ser un paraíso y está muy, pero que muy, caliente.

1 comentario:

  1. Celebro la ruptura de tu voto de silencio. No por obligación moral hacia el público, por lo común más ávido de anestesias que de incendiarias visiones, sino por la fidelidad que quien sepa decir debe guardar hacia sí mismo para lanzar su misiva a aquellos que no teman rasparse los dedos al recolectar el fruto caído entre las ruinas.

    En tiempos de catástrofe, proliferan cual cucarachas los aduladores y falsos profetas, mientras los hombres sensibles se ven obligados a emboscarse en parajes cada vez más inhóspitos buscando un refugio inaccesible donde sobrevivir con la mirada alta a tanto empacho de ignominioso aborregamiento.

    El mutismo, gran virtud cuando sirve para explorar conceptos o disimular ignorancias, es también el precio con que se castiga la osadía del pensar. Con todo, es más digno que le hagan tragar a uno como clavos al rojo sílaba a sílaba sus irreverencias, que anticiparse a morder la verdad desnuda por miedo a ofender a los inquisidores de turno. En tu caso, callar parece haber mejorado tu puntería.

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