sábado, 3 de marzo de 2012

Enterrad la Entrerred

Internet posee una cualidad que a mí se me hace vicio. El hecho de que en su tela, en su red, si preferís, quédanse pegadas casi todas las alas. La Entrerred o Entretela es tóxica.


Los hombres y mujeres que tienen mucha letra dentro experimentan una atracción horrorosa por este medio. Se quedan pegados a él como moscas; lo peor de todo es que cuanto más interaccionas con esta red, con su correo electrónico, con su intertextualidad wikipédica, con sus blogs, con sus chats, con sus noticias siempre comentables y contestables, con su diálogo sin fin ni límites con todo tipo de gentes afines y no afines, más te vas enredando en un capullo del que no nacerá ninguna mariposa. Y, cuando quieres ver la realidad que hay más allá de la palabra, el cuerpo que hay más allá de la voz, el aroma que hay más allá de la imagen de la flor, la criatura que hay más allá del capullo, te das cuenta de que no puedes desplegar tus alas y alejarte: hay un montón de gente que te pide enlaces, mensajes, sms, tuits y qué sé yo cuánto más. Eres el padre y la madre y el hijo y el consejero y el oyente y el confidente y el lector y el escritor y el compositor de una grey sin cara pero con muchos ojos y patas que te tiene prendido/perdido. Compromisos que son comprimisos, porque te comprimen y agobian. Internet ya no te ha liberado, te ha esclavizado en tu propia libertad, y resulta que la única libertad a la que has renunciado es a la de poderte liberar de ti mismo y evolucionar. No te puedes descubrir a ti mismo porque te has enseñado a todo el mundo. Ya (no) eres nadie. El texto del intermundo es una telaraña de la que ya nunca podrás escapar, como no se puede escapar de todo lo que es todo. Eres un filamento más en la teoría de los superfilamentos, que algunos traducen, mal, como teoría de las supercuerdas. Las supercuerdas de la E
ntrerred.

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