domingo, 13 de octubre de 2013

Swinburne

Futbolistas y lumis comparten un mismo principio laboral, que es que cuanto mejor cuerpo tienen, más ganan. Y es así porque, para lo que la gente los quiere, tanta ciencia poseen como el mismo Aristóteles, que decía Cervantes, "si resucitara para solo ello". Lo suyo es cuestión de arte y meneo más que de ciencia, si es que es arte el arte de dar patadas y el de la danza del vientre, de que hay Academia en esta ciudad, antes villa.

Ese es todo el negocio que se mueve en estos pagos en plena recesión, cuando más de uno quisiera arrendarle la Gananciosa a Monipodio, el gran maestre de la Garduña de Sevilla, cuya versión catalanoaragonesa se importó a lo que posteriormente llamarían las Dos Sicilias y hoy denominamos respectivamente Mafia y Camorra, hablando claro sobre lo que gobierna el sur de Italia, regiones que, por cierto, desde que los Borbones salieron de allá no han hecho sino ir para abajo, siendo como eran entonces más ricas que el norte. Los gobiernos, perdón, las mafias es lo que tienen, dígalo si no el origen de tan pingües... pelotazos y despelotazos, la Garduña, madre del crimen organizado europeo, según dicen los especialistas, en el siglo XIV y en Toledo, capital hoy de la Cosa Nuestra de Castilla-La Mancha.

Por fortuna, y gracias a Dios, ya no tenemos en Toledo Garduña alguna, aunque sí una Catedral primada o metropolitana de España, que no tiene nada que ver, claro, así como un a manera de dizque gobierno en este trozo mesetero de piel de toro degenerado y recesivo. Lumis y futbolistas no necesitan ningún impuesto especial y, como la Iglesia, que vive del cuerpo de Cristo, no defraudan a Hacienda, pobrecitos, mientras que también viven (mal) de su cuerpo quienes ponen ladrillos en hilera y cavan zanjas, que son entre nosotros multitud, así como la gente del servicio que lava, friega y barre en hostelería, gran masa en el mercado laboral español, porque no ha tenido ni cuerpo ni dinero ni orgullo de gilipollas para otra cosa.

Y nuestros grandes deportistas y cuerpos Danone, que pueden correr una maratón completa de cuarenta y ocho kilómetros sin despeinarse, son incapaces de llegar a la tercera palabra de la tercera línea del Don Quijote sin caer rendidos y con las neuronas colgadas, implorando auxilio del diccionario y de la gramática, sin comprender siquiera una perífrasis verbal arcaica aspectual ingresiva como la de "quiero acordarme", que equivale a la de "quiere llover" y por tanto significa "no alcanzo a acordarme". Aunque, seguro, hablan en un inglés perfecto de auténticas tontadas y no se les ha pasado siquiera por el magín la quimera de traducir el Hymn to Proserpine, de Charles A. Swinburne, que nos sigue inédito en castellano. Vicisti, Galilaee

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