El filósofo refleja en un nuevo libro de artículos su opinión sobre el desafío secesionista, los populismos, ETA o el paisaje imperante en Europa. Fernando Savater (San Sebastián, 1947) está indignado. El filósofo lleva años viendo cómo el Estado desiste de sus funciones, dejando crecer nacionalismos y populismos que imponen una visión fraccionada de la ciudadanía. Y ha dicho basta. De ahí la publicación de «¡No te prives! Defensa de la ciudadanía» (Ariel), un libro de artículos en el que Savater pasa revista a las cuestiones que más preocupan a la sociedad española. Sin ánimo de ofender, pero con el carácter combativo que requiere toda obra que aspira a ser pedagógica.
—El título es todo un alegato.
—Me parece sorprendente que la gente sea tan mansa, que esté dispuesta a que le quiten partes de su ciudadanía. Si salimos a la calle a protestar cuando hay recortes en sociedad o educación, con más razón cuando en una parte de nuestro país alguien dice que a recortar nuestra ciudadanía. Eso supone una mutilación de derechos muy seria. El ciudadano es el que, con la aceptación de la ley común que marca la Constitución, tiene derecho a ser diferente a todos los demás. La gracia de la ciudadanía es que tú puedes ser diferente a todos o parecerte a quien quieras.
—Dedica el libro a los «que no van a dejar que les condicionen o reduzcan su ciudadanía». ¿Cómo se logra eso?
«La mala educación la pagan los países mucho más cara todavía»
—Para eso hay políticos y elecciones y, sobre todo, para eso podemos apoyar a los partidos que no hablan de recortar la ciudadanía, sino de reforzarla. Los ciudadanos son políticos siempre y lo que hace falta es defender aquello en que creemos junto con las personas que piensan como nosotros. Y yo creo que en España hay personas que no están dispuestas a que les recorten la ciudadanía, ni el 9 de noviembre ni ningún otro día del año. A esos dedico el libro.
—El problema es cuando ciertos temas se usan como cortinas de humo.
—Hombre, claro. El nacionalismo como cortina de humo para tapar la mala gestión, como pasa en Cataluña. Cataluña ha sido una de las partes de España peor gestionadas y más corruptas, como está viéndose, y el nacionalismo es una forma de crear una pantalla frente a esos problemas y desviar la atención de los ciudadanos catalanes para otro lado.
—¿El independentismo es asunto sólo de catalanes y vascos?
«El populismo es la democracia de los ignorantes»
—Uno no es ciudadano de un lugar donde tiene puestos los pies, sino de una ley. Los ciudadanos somos ciudadanos de la Constitución, no de la tierra, siervos de la gleba. Cualquier intento de crear una secesión es un ataque a la ciudadanía del resto de los compatriotas.
—El derecho a decidir es de todos.
—Eso es evidente. El derecho a decidir es absolutamente imprescindible, eso es la democracia. Lo que nadie tiene es derecho a decidir quién va a decidir y quién no, que es lo que quieren los nacionalistas. Ellos reivindican el derecho a decidir que otros no decidan.
—¿Qué opina de quienes dicen que «la democracia está por encima de la ley»?
—Son imbéciles, es gente que no sabe lo que es la democracia ni lo que es la ley. Decir eso es como si yo dijera que el funcionamiento del hígado está por encima de la salud. Pues mira, no. ¿Cómo va a haber una democracia por encima de la ley si la democracia es el establecimiento de una ley para todos? La democracia es la ley.
—¿Se terminará celebrando el referéndum el 9 de noviembre?
«Si Cataluña quiere amparar la ilegalidad, el Gobierno tendrá que actuar»
—Las leyes están ahí, el Tribunal Constitucional ya ha hablado. Si las autoridades de Cataluña quieren amparar la ilegalidad, el Gobierno tendrá que actuar; para eso le pagamos, para que mantenga las leyes. Lo que nos tiene que salvar es la aplicación de la ley. Aplicar la ley a quien quiere violarla suele ser muy pedagógico. Y si no, el resto del país. A mí, que se manifiesten los nacionalistas en Cataluña no me parece ni bien ni mal, lo que me extraña es que no se manifiesten en el resto del país.
—¿Qué piensa de los populismos?
—El populismo es la democracia de los ignorantes. A veces sirve para sublevar contra problemas reales, pero no para solucionarlos. Busca revancha, pero no reforma.
—¿Y qué me dice de Podemos?
—Es un fenómeno justificado por la indignación de mucha gente. Son un instrumento de revanchismo social más que de reforma a fondo. Además, son personas que llevan ya tiempo en la política y no les hemos oído condenar el terrorismo o a ETA. Qué raro es cuando proponen como solución lo que está sucediendo en algunos países de América Latina. Hombre, en nuestro país hay corrupción, pero comparado con lo que hay en Venezuela no es nada. Es jugar con la necesidad de transformación social, que es muy real. Hay gente a la que le engañan con las preferentes y otra a la que le engañan con soluciones bolivarianas, pero el engaño sigue ahí.
—Dedica una parte importante del libro al paisaje actual en el País Vasco.
«Todos queremos saber de dónde sale el dinero de Bárcenas, pero ¿de dónde sale el del terrorismo?»
—La lucha cívica junto a la función de las fuerzas de orden público han imposibilitado el crecimiento de la violencia en el sentido terrorista que ha funcionado durante años. La violencia ha ido consiguiendo ventajas en la sociedad vasca que se siguen manteniendo y se reivindica como un premio a los violentos que han dejado de serlo. Quedan casos por esclarecer. ¿Quién pagó a ETA? Queremos saber de dónde sale el dinero de Bárcenas pero, ¿de dónde sale el del terrorismo? Si el discurso de la ciudadanía de todo el Estado, maltratado durante los años de violencia, no va a tener ninguna oportunidad con motivo del final de la violencia, mal negocio.
—Incluye una adenda sobre las Elecciones Europeas. Le dejaron preocupado.
—Porque confirmaron los problemas que estamos viendo. Europa es una alianza de derechos, que son los que definen la ciudadanía, de forma que quien se salga de su Estado de Derecho debe perder su ciudadanía y no recuperarla con ningún subterfugio. Las Elecciones han revelado una Europa muy próxima a nacionalismos, populismos… Los males de nuestro país están proyectados a lo largo de Europa. Todo lo que va contra un Estado de Derecho es eurofobia.
—En eso es fundamental la educación.
—La educación no puede ser simplemente una preparación laboral; es muy importante la formación de ciudadanos. La buena educación es cara, pero la mala educación la pagan los países mucho más cara todavía.
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