Por estas fechas hay que escribir una matanza, una general limpia de gorrinos, el "lavatorio del cerdo" que decía Miguel Agustín Príncipe, fabulista decimonónico, pero usando el cuchillo y no el jabón, que, por cierto, se hace en algunos medios con grasa de puerco por mejor alabar / alavar al corrupto. Por doquier rabos y pescuezos, chillidos de pánico y chorizo líquido, jamones de soborno, morros y panceta, cagaleras, degüello y resuellos de muerte. Una especie de comité de salud pública, de Terror jacobino y porcino y manchino. Porque su dios es su vientre y hozan mascando merdosidad y corrupción, cerdos orwellianos que son:
En agua de Colonia
bañaba a su marrano doña Antonia
con empeño ya tal, que daba en terco;
pero a pesar de afán tan obstinado,
no consiguió jamás verle aseado,
y el marrano en cuestión fue siempre puerco.
Es luchar contra el sino
con que vienen al mundo ciertas gentes
querer hacerlas pulcras y decentes:
el que nace lechón, muere cochino.
A los cerdos / políticos llaman en Portugal "presuntos", y mucho "presunto" hay entre tanto aforado aforrado con nuestros ahorros. No son cajas, son pocilgas o zahúrdas donde marranan con su jeta y tarjeta. Porque se llama jeta en limpísimo español al morro del cerdo. Hay cerdos negros como hay tarjetas negras y cisnes negros; pero el canto del cerdo al morir no tiene nada de la bella palinodia cígnica: es un chillido como de Monagrillo o un silencio culposo y galaicoso como el de Rajuela. Leemos de cerdos, cerdas y gurriatos rosa en el Hola y demás, vestidos por lujosos traperos, pero aunque los cerdos se vistan de seda, cerdos se quedan. Y nosotros sin comer cerdo, como si fuéramos judíos y moros, aunque mejor así: sus triquiñuelas nos darían una triquinosis que ya. Los tres cerditos eran uno noble, otro clérigo y otro plebeyo; el escuálido plebeyo tenía que salvarles el jamón a los otros dos, que le llenaban la casa de grasa. Pero él, albañil a sueldo del constructor y del bendictor, ya no podía construir casas de ladrillo porque estaba en paro a causa de la vagancia y cicatería de los otros. Y a todos se los comió el lobo, provisto de una sierra eléctrica al estilo matanza de Texas.
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