lunes, 6 de julio de 2015

Gitanas y nigromantes

Adivinar el futuro es un arte en que los economistas se encuentran (ellos mismos lo dicen) a la altura de las gitanas, los astrólogos y demás individuos diestros en llenarse los bolsillos con el dinero de otros, haciendo lo que llaman los expertos en engaños parapsicológicos (Houdini o Randi) tramposas "lecturas en frío". Incluso los chamanes más dotados de esta disciplina solo hacen explicaciones a posteriori y nunca logran predecir nada, porque la Economía es una ciencia como la del CSI: estudia las causas por las que muere la gente, pero es incapaz de curarla como hace la Medicina.

Evitar el infundio de tanto falso profeta de la codicia mariana (perdón, quise decir marrana), como Milton Friedman, José Carlos Díez, Rodrigo Rato y otras gitanas estafadoras, y tanta infición como asuela el apocalíptico baldío periodístico, lleno de gente cornuda, mesías y anticristos, exige un desprecio tan descomunal y turbador para poder tomar distancia y contemplar con objetividad, que uno casi siente simpatía por Robespierre, Stalin y otros orgullos de la especie humana que nos condenan a los ojos del Dios que sea, pongamos que Marte, "planeta rojo" de la lucha de castas, pues según La Razón "Marte ataca", o sea, Podemos. Sin embargo, la palabra exacta no es "desprecio" (le sobra pathos) sino distanciamiento; como dice Tácito, hay que analizar los hechos sine ira et studio, sin indignación o interés... y al interés no pueden renunciar los capitalistas como yo mismo no puedo a la indignación. ¡Cuán difícil es, josús! (interjección maravillosa: equilibra joder lascivo y Jesús bendito).

En realidad, lo que hubieran podido adivinar estos trileros, en el ámbito humano, es solo un futuro, y no necesariamente el mejor, que eso es casi imposible saberlo (por eso eligen el futuro que les conviene a ellos). Porque quienes hemos estudiado esa copia humana de la realidad que llamamos lenguaje constatamos que anticipar las consecuencias de los actos humanos (y aun de los naturales, como hace la ciencia) exige no precisamente el egoísmo sin fisuras de los citados, sino una inteligencia mucho mayor que la que requiere averiguar sus causas (que ya es de por sí muy difícil, como lamentaron Luis Vives, padre de la Psicología, y Francisco Sánchez, padre del Escepticismo moderno).

La prueba lingüística es esta: los niños aprenden antes las subordinadas causales que las consecutivas (ahora la Academia las llama ilativas), porque nuestra mente aprende antes las explicaciones que las implicaciones que vienen después; es más, los niños dominan antes la preposición "por" que "hasta"... la última que aprenden y la más alejada del ego. Nuestros tiernos infantiles políticos son así, cortoplacistas. Y aun creo que ni siquiera placistas. 

Así pues, la Historia siempre ha sido una disciplina más fácil que la Política: averiguar las causas de los hechos (no "la" causa, pues reducirlo todo a un factor es un error común) es más fácil que prever los resultados posibles de varios hechos (afectados por los retruques de otros hechos) y escoger el mejor paso que conduzca a optimizar la situación. La lengua, que es muy sabia, sabe también lo difícil que es esto y por eso diseñó una clase específica de subordinadas para señalar las consecuencias inesperadas, indeseadas o desechadas, lo que llamamos "complicaciones": las concesivas, cuyo nexo universal es "aunque"; incluso añadió otro tipo de consecuencias, las últimas o finalidades: las aplicaciones. 

Así pues, entre explicaciones, implicaciones, complicaciones, aplicaciones (y replicaciones y estipulaciones) nos movemos todos, al menos en lo que se refiere al lenguaje, un espejo de nuestra realidad y un vehículo de nuestro pensamiento; todo lo demás son coordenadas de tiempo, espacio, modo y cantidad, en realidad formas primitivas, concretas, físicas o "naturales" de las anteriores, puesto que el lenguaje se interpone entre el hombre y el mundo. Hombre, mundo y lenguaje son todo lo que hay en lo que hay. Si todo el universo y el hombre mismo consisten en mera información, como Robert Lanza y otros físicos modernos creen, y somos solo programaciones genéticas semejantes a las electrónicas, aunque adaptadas a la evolución natural del planeta, solamente la información, en sus diversas formas, puede dar algún sentido a nuestra existencia, hacernos distinguir lo correcto y acercarnos a la imposible utopía interconectiva común. 

Por desgracia, la información no solo se halla a trasmano, sino que se oculta y se nos niega, primero porque una parte de nuestra programación exige que no podamos reprogramarnos para mejorar y nos confiere una obsolescencia absolutamente intrascendible, y segundo porque otros quieren instalarnos sus propios programas sin molestarse siquiera en diseñar una interfaz. "Yo he hecho lo que he podido / Fortuna, lo que ha querido", como escribió el Conde de Salinas. 

Nuestra suerte, sin embargo, es la cooperación, una cooperación que puede lograr cosas como Linux o la Wikipedia, pero que en el ámbito meramente político se halla demasiado rudimentaria y reducida a la edad de piedra, en poder de chamanes, gitanas, astrólogos y mierdas como Rajoy, que no llega ni a ser mierda. Cierto, tenemos a otros que continuarán el trabajo de demoler ese estado de cosas y no el trabajo de predecir, sino guiar el camino hacia un futuro "común" y "comunicado". Y para eso no necesitamos a gitanas y astrólogos que prometen un beneficio individual: lo que realmente necesitamos son nigromantes que resuciten "nuestra" muerta economía (al menos, la de la mayoritaria clase media, la más cuantiosa en nuestra sociedad aquí, y maravilloso si también, o además, o al mismo tiempo, o antes la de la clase baja, que es minoritaria aquí, pero no en otras partes del mundo) y reduzcan la desigualdad social hasta que se garantice, a pesar de las demasiadas leyes, que impiden el progreso social, que nadie pase hambre no ya de comer, sino de justicia, y, sobre todo, de saber. Porque el estudio de las causas puede, aunque no absolutamente, hacernos evitar parte de las complicaciones o implicaciones no deseadas, esas consecuencias que nuestras gitanas son incapaces de ver.

El movimiento 15 M es expresión de esa "voluntad general" que los fallones aprendices de brujo del poder, esos que Peridis pinta con capirote, intentan usurpar y negar con leyes privatizadoras y antipúblicas (pues no buscan el interés general, sino el de los pocos que controlan la información), esa voluntad sin la cual no se puede hacer política sino mera y repetitiva historia sin progreso posible. Pues empiezan a aparecer tímidamente algunos estudios importantes que van descubriendo formas de disminuir la desigualdad social como ya ocurrió a mediados del siglo XX. Son los auténticos nigromantes que necesitamos. Me refiero a gente como Nicanor Perlas, Jeremy Rifkin, Mohamed Yunus y el último y más importante sin duda, el francés Thomas Piketty, al que algunos empiezan a considerar el economista fundamental de los últimos cien años, personas que, por supuesto, suenan a chino a bivalvos lamelibranquios como Rajoy. En su obra El capital en el siglo XXI (2013), analiza a lo largo de más de mil páginas con diversas herramientas matemáticas y estadísticas, la evolución de la desigualdad económica durante los últimos 250 años y descubre algo crucial:  cuando la tasa de retorno de la inversión en capital (r) es mayor que la tasa de crecimiento económico (g) en el largo plazo, el resultado es una distorsión de la igualdad en la concentración de la riqueza que provoca inestabilidad social y económica. Los números muestran que la proporción de desigualdad en el siglo XIX en ingreso de capital fue de 6 o 7 y cayó a 2 tras la Segunda Guerra Mundial (coincidiendo con las medidas keynesianas), pero en nuestro siglo XXI ha vuelto a un nivel cercano al siglo XIX situándose entre 5 y 6, de forma que una minoría es cada vez más rica y más rápidamente y una mayoría, el resto de la población, se empobrece de forma simétrica. Eso condena a la clase media a la extinción (o a las grandes revoluciones y movimientos sociales que hubo en el siglo XIX y comienzos del XX) si no se obra en contra. 

Piketty propone un sistema global de impuestos progresivos a la riqueza para ayudar a reducir la desigualdad y evitar que la gran parte de la riqueza quede bajo control de esa pequeña minoría, ya que en 250 años el constante aumento de la riqueza se ha concentrado sin autocorrección aumentado la desigualdad económica. Constata, además, que una solución redistributiva de la riqueza de otro tipo sería menos factible por las dificultades que impondría la naturaleza de un sistema económico controlado cada vez más sinuosamente por esa minoría. Esto último, por cierto, ya ha sido señalado por Jeremy Rifkin, quien en su El fin del trabajo ha demostrado que la democracia liberal ya es incapaz de adoptar medidas keynesianas y solo un tercer sector, el del activismo, es capaz de ocupar el lugar de gestión que antes incumbía a los gobiernos, secuestrados y manipulados ya para siempre por los sectores económicos. ¿No vemos ya en los tratados internacionales suscritos por Europa ese poder ya absolutode las transnacionales y los bancos, de ese infamante y ávido uno por ciento de la población mundial?  

Sinuosos y alejados de la información global son los tratados TTIP y TISA; sinuosos son los procedimientos por los cuales se persigue a quienes quieren divulgar una información que debía ser patrimonio común (Assange, Snowden, Falciani, Manning...) sin ir más lejos, las leyes represivas del "gobierno" Rajoy.

¿Es necesaria una nueva Constitución en España? No es necesaria sino perentoria, porque, como ya se ha visto, la actual, incluso siendo como es una mera constitución semántica hecha para preservar las estructuras del antiguo régimen con facha de uno nuevo y que ya ha sido desactivada por las numerosas leyes creadas ad hoc para hacerla completamente inútil, no funciona. Hace falta una nueva constitución para que las leyes que vuelvan a desactivarla tengan que ponerse a trabajar otra vez... y que, además, se cuide de aumentar los procedimientos de control directos por el pueblo y asegure de forma prácticamente blindada los derechos fundamentales. Además, las leyes contra la corrupción política no debían ser duras, sino incluso crueles, y el aforamiento inexistente.

El progreso social se encuentra detenido en la Unión Europea (que, ahora mismo, no es sino una Confederación Germánica), porque ahora se ha visto que solo fue un pretexto para crearle un mercado a Alemania y su política social es solo simbólica y mero pretexto para lo otro; es muy posible que Alemania, que hizo Europa, sea la que la destruya.

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