jueves, 17 de diciembre de 2015

El suicidio terrorista no es un terrorismo suicida

Los que llaman terroristas suicidas son, a mi parecer, suicidas terroristas. Lo sé porque conocí a uno que lo practicó a pequeña escala: un conductor suicida, que se cargó a una familia entera aparte de él mismo. Se llamaba Federico. 

El problema de estos suicidas terroristas es más humano e individual que ideológico; se fraguan en la amargura y la falta de amor; son víctimas del nihilismo que desde todas partes, y especialmente desde la televisión, principal órgano de perversidad moral del mundo, está insuflando la moral (que ni es moral siquiera) nihilista del capitalismo: "Todo vale, todo está permitido si te permite ser más tú mismo que otros". Eso deriva en negar al otro hasta su destrucción desafiando cualquier ética mayoritaria, sin que importe la racionalidad del acto. El caso es "imponerse" sobre la situación y sobre los demás que te han negado ser parte de ti. El nihilismo de Nietzsche reduce la idea de ser a la idea de valer, adulterando en cierta manera la idea gideana del "acto gratuito" 

El capitalismo tiene en su ética nihilista algunas variantes. Por ejemplo, la calvinista al estilo de Max Weber; la resume muy bien "Cándido" (Carlos Luis Álvarez), así que copiaré aquí la frase en que la define: "Niega el amor en la existencia del hombre y desprecia la pobreza". Por tanto la máxima "todo vale, todo está permitido" se completa con "si consigues ser, valer o tener más que los demás".

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