He sido operado para hacerme una resección de vejiga. El fin era prevenir futuros rebrotes del cáncer que me salió hace unos meses allí. Todo fue bien, aunque los efectos secundarios de la anestesia epiduralñ me han dejado con un gigantesco dolor de cabeza que, dicen, puede durar hasta una semana. Lo doy por bien empleado si no me vuelve a dar la lata un percance por el estilo.
He estado leyendo algunos poemas del pesimista Francisco Brines. No está mal; la nfancia fue su paraíso perdido, como el de tantos. Fuera de eso, su visión onírica de la existencia se revela en un poema fundamental como "Confín perpetuo", de El otoño de las rosas. Comienza y acaba con preguntas; en cierto modo, la segunda pregunta es la respuesta a la primera. Y la primera es esta:
¿En dónde despertar
del sueño que corrompe?
Y se contesta, en su solipsismo,
¿En qué lugar más negro despertar?
Ciertamente hay mucho contexto en su poesía: Antonio Machado, Vicente Aleixandre, Cavafis. Pero a mí, la verdad, me conmueven más, definitivamente, algunos desolados poemas de Antonio Gamoneda y, desde luego, algunos autores de su generación que admiro especialmente, como Ángel González, Jaime Gil de Biedma, Ángel Crespo o Valente.
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