Qué listos son los de Hollywood. Han querido hacer pasar por película de terror (o de sustos) meramente convencional a un filme de miedo a la antigua usanza que trasciende todo eso y que más que de miedo es una tragedia calvinista. Es una obra maestra del nihilismo al estilo de las de Hanecke e igual de naturalista, desesperada y sin entrañas. Recomiendo encarecidamente que la vean, aunque el protagonista de la obra solo salga y hable al final.
La película está impecablemente investigada, escrita, dirigida e interpretada. Es de una tensión constante y de un agobio obsesivo. Desmenuza antropológicamente cómo fermenta la obsesión por el mal y termina por destrozarlo todo; basta con la mentira y con la obsesión por destruirla para que ruede la bola de nieve y acaezca el desastre. Lo más parecido que se ha visto, salvadas las distancias, es Moby Dick.
Algo sé de demonología y brujería, pero solo como investigador aficionado y de forma meramente teórica, porque estas materias me repugnan profundamente: he investigado esta materia precisamente porque me da repeluco. Quien quiera conocer algo sobre la misma de una forma seria y científica (porque hay mucha mierda publicada en estas materias) debe recurrir a Rossell Hope Robbins y, en español, a Julio Caro Baroja, María Tausiet, Mar Rey Bueno y José Antonio Fortea, que esos sí saben de lo que hablan.
Habrá que estar atento a la próxima de Robert Eggers. Se ha puesto el listón altísimo.
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