miércoles, 18 de abril de 2018

E·l buen maestro

Olivier Ayache-Vidal: "No por ser más serio eres más inteligente"
ENTREVISTA
JAVIER ESTRADA

14 ABR. 2018 16:58

El director parisino debuta como realizador de largometrajes con un drama con toques de comedia que reivindica la educación pública a través de la figura de un profesor que lucha contra las injusticias

Crítica de la película: 'Educación pública o nada', por Luis Martínez

Un profesor inflexible con sus alumnos, un instituto de los suburbios de París repleto de alumnos rebeldes y todo un curso por delante. El cóctel que presenta El buen maestro, el debut como realizador de Olivier Ayache-Vidal (París, 1965), no puede ser más propicio para un drama. Pero, en manos de Ayache-Vidal, la cinta contiene momentos cómicos gracias a situaciones, la mayoría de ellas inspiradas en hechos reales, que surgen a partir de la convivencia entre François Foucault (Denis Podalydès, De Nicolas a Sarkozy, Monsieur Chocolat) y sus jóvenes alumnos, así como con el resto de profesores que sufren en sus carnes los problemas de todo educador hoy en día.

¿Fue complicado encontrar el colegio en el que rodar y los alumnos idóneos para aparecer en pantalla?

La verdad es que, cuando me puse a pensar dónde grabaría la película, tuve muchas dudas. Pero enseguida cambié mis ideas sobre lo que es hoy una escuela llena de jóvenes. Por ejemplo, que en ellas no siempre se dan las mejores condiciones para educar. Todo vino poco a poco y, por suerte, profesores y alumnos acogieron la idea con entusiasmo. En el caso de los maestros, les ilusionaba que alguien viniera de fuera a contar la verdad.

¿Puede que esos profesores vieran en ti, como director, una persona que comparte ideales con ellos?

Puede que sí (risas). Como dices, nuestras profesiones tienen bastantes puntos en común. Y hasta el protagonista de esta película se parece mucho a mí. No en la parte intelectual, pero sí en cómo se comporta con sus nuevos alumnos y en sus ganas de descubrir cosas.

¿Y cómo te has visto al lado de tanto joven sin experiencia previa ante las cámaras?

Eso ha sido muy curioso. No quise contar con actores profesionales, sino que decidí que aparecieran los mismos chicos que estudian en el colegio donde se ha rodado todo. Ahí me di cuenta de lo difícil que es ser profesor. Cuando iba a un chaval y le decía "tienes que hacer esto, colocarte ahí, etc...", muchas veces me encontraba con caras de enfado. Fue paradójico verme como un profesor intentando generar interés en adolescentes que, en apariencia no lo tenían. Y llegué a la conclusión de que no vale de nada hablarles mal y enfadarse. Es mejor dialogar y ser "un buen profesor". Pero entiendo que éstos pierdan los nervios. Al fin y al cabo, tratan con niños que están en camino de convertirse en adultos.

¿Y cómo recibió Denis Podalydès, con una amplia experiencia actoral, la idea de trabajar con tantos jóvenes?

¡Muy bien! Estaba muy animado y se alegró cuando se lo propuse. Él me dijo que, cuando era joven, soñaba con ser profesor. Al fin y al cabo, su madre lo fue. Así que, de alguna manera, ha cumplido su objetivo con esta película. Encima, ¡con estudiantes de verdad! Él se ajustó al guion cuando fue necesario, pero también improvisó mucho para que todo resultara más real. Es decir, se convirtió en profesor.

No es la primera cinta que viene de Francia y retrata a un profesor que debe aprender a tratar con sus alumnos. ¿Que crees que hace tu filme diferente a otros?

El sentido del humor. Para mí, la vida es una comedia. Ya tenemos suficientes problemas graves y afrontamos situaciones duras en nuestras existencias como para ponernos serios. Ojalá nos divirtiéramos todos en nuestros trabajos tanto como cuando estudiábamos en el instituto. Cuando me puse a escribir esta película vi que, pese a que retrata un asunto serio, se muestra multitud de emociones por parte de los personajes que aparecen en la historia. Así que, para conmover, debes reflejar la realidad. Y hacerlo con humor y de una manera divertida. Siempre he pensado que no por ser más serio eres más inteligente. Ni más profundo.

Por cierto, ¿cómo se han visto esos alumnos cuando les mostraste la cinta ya terminada?

Fue un momento muy bonito y mágico. Me sentía como si fuera su profesor. Me cuesta decirlo, pero he de admitir que ha sido una experiencia única en mi carrera. Y, a ellos, participar en este filme les ha hecho madurar. Todavía hoy coincidimos en festivales y charlas a las que acudimos para presentar el largometraje. Para esos chicos, viajar y hablar en público significa mucho. La mayoría nunca antes habían salido por ahí. Ni siquiera de su barrio...

¿Cree que el público adulto agradecerá ver lo que ocurre, aunque sea en la ficción, en el interior de una escuela?

Puede que sí. No todo el mundo puede ver lo que pasa hoy en día en clase. Pero, más que eso, a mí me ha sorprendido la reacción que tienen espectadores de la misma edad que los alumnos que aparecen en esta historia. Mi propio hijo, por poner un ejemplo. Y yo que pensaba que era una historia que sólo iba a resultar interesante a los adultos... (risas).

¿Ha podido conocer la opinión de algún profesor que la haya visto?

Sí. Y, por suerte para mí, les ha encantado. Me han señalado que les agrada que haya incluido a buenos profesores tanto como a otros que no lo son tanto. Casi como ocurre en la vida real. Esa opinión me deja mucho más tranquilo. Pensaba que, tras rodarla, muchos estarían cabreados conmigo... 

El buen maestro
Género: Comedia

Cada vez que Francia nos envía una película sobre la educación necesariamente laica y pública (ni privada ni concertada) se nos saltan las lágrimas. No es tanto envidia, que también, como estupor. ¿Por qué les preocupa tanto algo que nosotros o ignoramos o simplemente despreciamos? Desde Cero en conducta a La clase pasando por Adiós muchachos, la tradición les asiste. La tradición, el gusto y la capacidad para abrir un espacio de libertad en el territorio siempre inexplorado de la infancia o primera juventud. El buen maestro, de Olivier Ayache-Vidal, es otra cosa. Mucho más obvia, por predecible, la cinta se limita a reproducir, con sencillez y buen tono, el patrón anglosajón del maestro que, de repente, descubre que las reglas, las de siempre, no sirven. Piensen en Rebelión en las aulas. Y sin embargo, cuesta ponerse en contra. Todo es evidente, sí; pero oportuno. Y aquí, de nuevo, la envidia.

Un profesor de Literatura encarnado por el siempre convincente Denis Podalydès es trasladado de un instituto de élite en el centro de París a lo más profundo de la banlieue de extrarradio. De nuevo, como en la recientemente estrenada Una razón brillante, se trata de enfrentar a las dos "francias", a la privilegiada y a la condenada. Lo que sigue no está pensado para sorprender. Y pese a ello, qué placer. La consciencia de una educación pública, republicana, universal y no segregadora se impone con la claridad del que se sabe poseedor de una verdad cada vez más interesadamente discutida y, por ello, más necesaria y reivindicable.

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