Notas de lectura: Oblómov
Por Gonzalo Torné
¡Esto es vida! ¡Esto no es vida!
Nota del editor: Gonzalo Torné, sabio y joven narrador, empieza a colaborar con micro-revista. Espero que la vinculación se extienda durante décadas y podamos regalar al lector cientos de artículos magistrales. Comienza con cinco “Notas de lectura” sobre sendos clásicos de una de las más gloriosas tradiciones narrativas europeas: la rusa. Para esta primera nota, que versa sobre la novela Oblómov -escrita por Иван Александрович Гончаров (Ivan Aleksándrovich Goncharov) en 1859- recomienda la lectura de la edición publicada por Alba en 2012.
1.- En la pegatina que acompaña la cuarta edición de la editorial Alba, se nos asegura que Oblómov es la mejor novela nunca escrita sobre la ociosidad, y también que “representa el sueño de todos”. ¿Seguro? La ociosidad ofrece una perspectiva tenebrosa, una recompensa casi católica.
2.- En la primera parte la habitación de Oblómov se emplea como un salón recibidor donde acuden toda clase de personajes. Su principal función narrativa consiste en experimentar cómo suena el inalterable Oblómov al “impactar” con ellos.
3.- En el centro de este vodevil Oblómov se revela como un personaje de farsa. En sus rituales, en las respuestas previsibles que afianzan su carácter indolente, en las recurrentes peleas con su criado Zajar, el trazo realista del personaje se desdibuja. Incluso en la ocurrencia de enamorarle de Olga se percibe un intento por hacer avanzar una obra que amenaza con estancarse junto a su protagonista: ¿qué ocurre si ahora enamoro al arquetipo?
4.- Oblómov es una criatura cómica. Su profundidad se la debe a la destreza con la Goncharov siembra el terreno risible de su personaje con observaciones muy certeras sobre la clase de vida que llevan las personas activas (el resto del mundo). Las invectivas de Oblómov contra la hipocresía social, la hostilidad y el ciego afanarse de tantos de nosotros son penetrantes, aunque las pronuncie un personaje varado en la inacción.
5.- Goncharov no emplea los sueños como puertas hacia una dimensión onírica o absurda. El sueño actúa en Oblómov como una máquina del tiempo que se mueve a mayor velocidad cuanto más idealiza lo real. El justamente célebre “Sueño de Oblómov” podría haberse escrito como una llana secuencia de recuerdos. ¡Pero cuánto encanto y colorido le insufla Goncharov al presentarlo como una vívida idealización onírica! Sólo al “recordar” como si “soñase” Oblómov puede recurrir a su infancia como un modelo hacia el que conducir el resto de su vida.
6.- ¿Qué es el oblomovismo? Goncharov dirime el asunto en la primera conversación con Shtolz, un personaje para elque se nos ha estado preparando durante casi 200 páginas. Criatura vigorosa, colmada de resolución, Shtolz es la caricatura inversa del protagonista: estilizado uno por el heroísmo y deformado el otro por la parodia, su amistad se sustenta en una parecida nobleza de ánimo. La discusión no se entabla entre dos posiciones razonables. Goncharov no nos pide que escojamos entre la indolencia y una actividad sin dubitaciones, establece un contraste para ayudarnos a ver el nervio de gratificación que vibra entre las masas de indolencia del oblomovismo: su repugnancia contra el lado activo de la existencia, contra la aceleración de la vida. Sea lo que sea el oblomovismo, Oblómov estudia la mutua aversión entre interés y sosiego. Dos fuerzas que van a presionarnos en direcciones distintas mientras respiremos.
7.- El “Sueño de Oblómov” nos enseña a leer el resto del libro, todo él atravesado por “sueños diurnos”, por ensoñaciones y precogniciones que modulan las decisiones que los personajes deben tomar en su presente. Esta imaginación arrojada hacia el porvenir dirige la tenaz determinación de Shtolz, es la única guía en la que puede confiarla inmadura experiencia de Olga, y es todavía más importante para Oblómov: además de orientarle en el presente le procura satisfacción a bajo coste, una infradosis de realidad. Oblómov dirime y resuelve sus problemas en la dimensión imaginaria del futuro soñado, se recuesta sobre ella tanto como sobre sus almohadas. La otra cara del oblomovismo es nuestra buena disponibilidad a soñar despiertos.
8.- Oblómov, Olga y Shtolz son huérfanos porque no podrían actuar como actúan (¡ni habría novela!) con la guía de un padre que desactivara sus ensoñaciones. La supresión de los progenitores no es en Oblómov una apetencia psicológica del autor, responde a una exigencia narrativa.
9.- Oblómov es víctima de la aparente disponibilidad indefinida de tiempo. Sabemos de manera abstracta que nuestro tiempo es limitado, pero mientras vivimos el relevo de los días está garantizado. Apenas hay diferencia entre hoy y mañana, cada martes vemos el miércoles al alcance de la mano, los días parecen hechos de la misma sustancia, ¿qué diferencia hay entre hacerlo hoy o dejarlo para mañana?. Las ocasiones perdidas sólo se pudren cuando abrimos el plano, cuando contemplamos una secuencia de meses o años desaprovechados; en corto sólo apreciamos la renovación cotidiana de la oportunidad. El oblomovismo es un problema de miopía.
10.- Goncharov es un maestro de las relaciones delicadas (timidez, renuncia, escrúpulo), de la complejidad con la que las emociones se mueven entre los amplísimos depósitos semánticos que nos ofrecen pares de palabras como “amor”/“desamor” o “felicidad”/“infelicidad”. El acercamiento sentimental de Olga y Oblómov que ocupa la segunda parte demuestra que sí disponemos de palabras para describir matices íntimos y muy particularizados, sólo que necesitamos articularlas en cientos de frases durante doscientas páginas.
11.- El matrimonio entre Olga y Shtolz amplia la nota anterior. En la maravillosa miniatura del capítulo VIII (cuarta parte) la conciencia enamorada de Olga oscila (pese a su estado general de satisfacción) entre la “felicidad” y la “infelicidad”, como si en lugar de posiciones estáticas que se excluyesen mutuamente se tratase de fuerzas independientes que nos asaltan, que se alternan y se invaden como los juegos de la sombra en el suelo cuando la luz cae traspasando hojas y ramas.
12.- Qué difícil identificarse en esta novela con algún personaje. Olga es un globito de carne que se hincha intermitentemente de agua o calor; Shtolz me resulta cargante; Oblómov es un tentetieso… pero me rebelo contra Goncharov cuando amenaza con transformar la obra en una tragedia: violenta la especulación alegre, la imaginación simpática, la atmósfera amable donde crece la novela. No quiero ver sufrir demasiado a ninguno de los tres.
13.- Al morir, Oblómov puede presumir de haber disfrutado de cinco años de felicidad sin apartarse un milímetro de su plan de “acción”. Que la versión terrenal de sus ensoñaciones parezca algo grotesca no empaña la “felicidad” experimentada por el personaje. Goncharov parece la clase de autor para el que hagamos lo que hagamos la vida termina siendo imposible: si comparamos las amplias perspectivas que adoptan nuestros sueños la existencia concreta siempre es una rebaja. Tampoco Shtolz y Olga encuentran en Olga y Shtolz exactamente lo que buscaban: al sacrificar el ideal se arrojan a las delicias e incomodidades de lo particular. “El gusto por la vida es paulatino” esta parece la lección por la que el personaje de Olga se introduce en la novela. Y si nuestros paraísos domésticos parecen un infierno a ojos de Shtolz tampoco es algo que deba atormentarnos demasiado
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