sábado, 11 de mayo de 2024

Películas para perder el optimismo. Absténganse los tristes.

Buried. De Rodrigo Cortés. Quien entre en el ataúd abandone toda esperanza. Como morirse antes de despertar dentro de una pesadilla.

Buscando al señor Goodbar. De Richard Brooks. Vivir con desenfreno las noches de los setenta rodeada de chiflados y peligrosos es demasiado al final, sobre todo si eres mujer y no ves venir lo peor.

Johnny cogió su fusil. Dalton Trumbo. El tipo de película que los adolescentes no podrían soportar. Para asquear la guerra cuando ni siquiera te puedes mover y aunque te muevas.

Funny Games. Michael Haneke y el sinsentido y singracia de la violencia y de algo más. Es medicinal. Cura la desensibilización de la violencia.

On the beach / La hora final. Stanley Kramer. El fin de todo tras el holocausto nuclear y cómo intentan asimilarlo con filosofía los mejores actores y actrices de Hollywood.

Requiem por un sueño. Darren Aronofsky. Degradación y pudrimiento por la droga sin florituras de cuatro personajes. ¿Les quedó algo que perder?

El séptimo sello. Ingmar Bergman. Edad Media, alegoría y verdad existencial en plena peste negra. De las pocas películas que tratan el tema de la muerte, como la que sigue.

All that Jazz / Empieza el espectáculo. Otra película sobre la muerte y el sentido de la vida por un vividor como Bob Fosse.

Fresas salvajes Ingmar Bergman. Un anciano médico llega al borde; tremendas pesadillas surrealistas y el sentido de la vida. ¿Cuál es el primer deber de un médico? Menudo examen.

Dancer in the Dark. Del negrísimo escandinavo Lars von Trier. Una madre hasta el final.

Midnight cowboy / Cowboy de medianoche. De John Schlesinger. Dos chaperos terminan en la terminal Nueva York. La música no les hace justicia

El tesoro de Sierra Madre. La habitual tragedia de los perdedores de John Huston; una aventura que lleva más allá de la fiebre del oro.

Ladrón de bicicletas. Vittorio de Sica. Cuando buscarse la vida sin nada te conduce a una desesperación ilegal. Pura objetividad neorrealista.

La noche de los lápices. Por Héctor Olivera. Represión y desaparición en Argentina. Es real, es dura, es deprimente.

No es país para viejos. Por los Cohen, haciendo de Hanekes. El drama de elegir; desabrida, cruel, loca.

La tumba de las luciérnagas. Anime de Izao Takagata. Hermanos bajo la guerra. La muerte no es el final.

Amour. Otra de Haneke, pero esta vez hablando (como siempre) en serio sobre la vejez, la enfermedad y la muerte.

Un día de furia. Joel Schumacher. Los no económicamente viables. Para que yo diga que es deprimente...

Up in the air. De Jason Reiman. Otra de no económicamente viables. Ni siquiera nos redime el culo de Vera Farmiga. Para curarse, véase American Beauty.

Irreversible. Del muy raro argentino Gaspar Noé. La justicia por la propia mano no es justicia.

Se7en. David Fincher. ¿Vale la pena luchar?

La niebla. En oposición a su brillante y esperanzada Cadena perpetua, Frank Darabont adapta esta vez otro relato de Stephen King con un transcurso y final realmente desesperado.

La versión Browning. Un profesor entregado a la enseñanza que al final de su vida no ha conseguido nada ni en la una ni en la otra. Solo la versión a blanco y negro, el remake moderno es un horror.

Las uvas de la ira. John Ford y la supervivencia del más pobre.

El hombre que mató a Liberty Valance. El testamento de John Ford. Somos muy poco y conseguimos aún menos todavía.

Los siete días del Cóndor. Fíate de tu país, pero no tendrás boca para agradecerle las coronas de flores.

Gritos y susurros, de Bergman, Los sentimientos agotados de los que llegan al final de la maratón de la vida.

Lilja Forever (Lilja 4-ever)

Mullholand drive. David Lynch. Qué triste es mentirse a uno mismo.

Children of men. De Alfonso Cuarón. El simpático borracho protagonista, héroe de la última humanidad, va a ver a su exesposa, la pelirroja, para salvarnos a pesar de nosotros mismos atravesando una distopía poco menos que real.

La invasión de los ultracuerpos. Esta es la versión buena, la de Kaufman y a color. Las plantas pueden ser realmente siniestras.

Los seres queridos. Tony Richardson adaptando la swiftiana novela de Evelyn Waugh. La esteticista Aimée, cuyo oficio es poner caras de satisfacción a los muertos, intenta mantenerse pura en un mundo de vivos más corruptos que sus clientes.

Hachiko. Seijiro Koyama. Sobre un perro real que pasa su vida esperando a su dueño muerto en la estación.

El hijo de Saúl.  László Nemes. El horror, el horror... Es absurdo escribir poesía después de Auschwitz.

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