viernes, 23 de febrero de 2007

Machismo

El machismo es sólo una forma de estupidez bastante repartida, como siempre suele serlo la estupidez; también entre las mujeres, que asumen un rol social estereotipado para fregar los servicios con exclusividad o sentirse mal si la casa no está en orden o están guapas; muchas madres son machistas cuando destruyen la vocación de una hija impidiendo que se vaya fuera a estudiar, con lo que "controlan" mejor, a costa de cortarles las alas, la inseguridad que les provocan sus vástagos femeninos; no diferente es la obsesión de impedirlas marchar solas a cualquier parte.

Por otro lado, el machismo deriva también de condicionantes "culturales" y así lo vemos acreditado por textos sagrados, como ocurre en los países islámicos. En El segundo sexo, de Simone de Beauvoir, se lee que el papel histórico y social de las mujeres siempre ha venido dado por su relación respecto a algo: son madres, hermanas, esposas o hijas; nunca sino muy recientemente han conquistado el voto o la opción de que su vida discurra por senderos menos trillados. Por otra parte, los antropólogos nos han revelado que su cuerpo, como el de los hombres, condiciona unos comportamientos que terminan volviéndose inherentes a su índole: dificultad de decisión, motivada por una estructura mental que procesa la información en bloque y no en jerarquías; capacidad de realizar varias tareas al mismo tiempo (multitarea); amplia valoración de los sentimientos como valores sustanciales; carácter asentado y hogareño; capacidad lingüística y comunicativa hipertrofiadas; esperanza de vida siete años mayor que la masculina; tendencia a las conductas cooperativas más que a las individualistas. En cuanto a inteligencia, se ha demostrado que es la misma entre hombres y mujeres en conjunto, pero entre los hombres hay más extremos de inteligencia y retraso, mientras que la inteligencia y el retraso se hallan más repartidos entre las mujeres. Estas, en general, parecen haber sido diseñadas por la selección natural para permanecer en un campamento en manada, mientras que los hombres han sido diseñados para la exploración y la caza. ¿Ejemplos visibles? Una mujer prefiere contemplar siempre un mismo canal de TV y se pone nerviosa cuando el hombre empieza a explorar con el mando a distancia.

Este particular diseño psíquico convierte a las mujeres en muy susceptibles a varias patologías sociales; no es la menor el síndrome de Estocolmo en el seno del matrimonio: una mujer casada puede transformarse perfectamente en una mujer secuestrada por un hombre violento que le impide ver más allá de sus narices: las mujeres pueden engañarse a sí mismas con suma facilidad, a causa de su prácticamente nula agresividad crítica dentro de su círculo afectivo; prefieren asumir cargas morales y mortales a lanzarlas al vacío, y la sociedad las ha maleducado para ello. Y lo mismo resulta de otra carga: la de modearse a una imagen que la sociedad, o más bien la publicidad, tiene de ellas, por lo que vienen las anorexias, las bulimias y todos esos peligrosos trastornos alimentarios.

Tanto las mujeres como los hombres poseen dos opciones no necesariamente excluyentes, dada la amplitud de lo humano: rebelarse contra su constitución física y los estereotipos sociales o asumir esos valores como una aportación enriquecedora al concepto de humanidad. En todo caso, es absurdo que una diferenciación sea tenida como una rémora en vez de como un enriquecimiento de lo humano y que trabajos que desempeñan de igual forma o mejor que un hombre se retribuyan con un nivel inferior de ingresos, sobre todo si además pesan sobre ella tantas cargas como la sociedad les ha puesto encima; y no son las menos importantes las familiares (casi siempre recae en la mujer el cuidado de los hijos cuando hay divorcio) o las estéticas (estar siempre delgada, guapa y dulce, para amoldarse al patrón que se le pide).

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