Antiguamente los maestros padecían miserias materiales; ahora padecen miserias sociales y morales. En todas las guerras civiles siempre son los primeros en ser fusilados los maestros, los curas, los poetas y los banderilleros. ¿Por qué será? Quizá por el carácter demasiado visible y colectivo de sus funciones; ninguno de ellos deja a nadie indiferente, todos son víctimas del qué dirán. Cuando un profesor pasea por un pueblo es igual que un cura: se le ve la sotana donde quiera que esté, tiene que ser más irreprochable y ético que nadie, y por eso mismo nunca lo es. Digas lo que digas, hagas lo que hagas, lo primero que pensará el que conozca a un maestro es siempre lo mismo, "maldito tipejo que tiene tres meses de vacaciones y yo uno y gracias". No reparará en que le descuentan de sus sueldos (son funcionarios de clase A) lo correspondiente a esos meses, que no son tres sino dos; no reparará tampoco en que para serlo ha tenido que pasar una oposición dura y estudiar una carrera; no reparará en que las profesiones más duras son aquellas en las que tienes que tratar y juzgar a la gente: periodista, médico, policía, profesor; todo eso le da igual; esos enchufados lo que tienen que hacer es educar a mis salvajes, que yo no tengo tres meses de vacaciones y fui padre por casualidad.
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